martes, 25 de septiembre de 2012

La necesidad de una sonrisa


El pasado sábado 22 de septiembre Ariel Torres, editor del Suplemento Tecnología del matutino La Nación, dedicó su habitual columna semanal a un personaje casi desconocido para los argentinos, Scott Fahlman, bautizándola con un título imposible de pasar por alto: “El hombre que nos enseñó a sonreír”.  Teniendo en cuenta la crispación general que hoy se apodera de la población, empujando a algunos a manifestarse en la calle contra la gestión del gobierno nacional, y recibiendo como respuestas más crispación todavía al ser llamados “gusanos” (un ex diputado nacional) o advertidos que “pasarán sobre nuestros cadáveres” (un actual diputado nacional), creo que es bueno volver la mirada a algo que nos una a los argentinos, aún en el disenso, y el buen humor es una gran herramienta.
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“Los emoticones son una ciencia, mire. De hecho, fue un investigador de inteligencia artificial quien los inventó, Scott Fahlman, de la Universidad de Carnegie Mellon. Lo entrevisté en 2009 ( www.lanacion.com.ar/1159337 ), y estos días, revisando esa columna, caí en la cuenta de que las caritas cumplían ¡30 años!
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Fahlman creó los emoticones para evitar malentendidos en los foros electrónicos de Carnegie Mellon. Una idea brillantísima, porque una carita transforma la reconvención en complicidad, siembra el doble sentido, sugiere la ironía y suaviza la crítica. Es un decir sin palabras que responde a un hecho obvio, pero fácil de obviar: el chat es un diálogo sin entonación, gestos ni expresiones faciales. Sin mirarnos a los ojos. Sin siquiera bajar la vista. Al revés que otras propuestas previas para marcar bromas y sonrisas, las combinaciones :-) y :-( de Fahlman prendieron enseguida. Treinta años después no podríamos vivir sin sus smileys, como él prefiere llamarlas.
Se le ha observado a Fahlman que los grandes escritores nunca necesitaron de emoticones para expresarse. Scott refuta con elegancia estos dichos en su sitio sobre los emoticones ( www.cs.cmu.edu/~sef/sefSmiley.htm ); por mi parte añadiré, con menos gallardía, que esta crítica es delirante. Por supuesto que los escritores también necesitan emoticones. De hecho, los usan en el chat. Los evitarán en la literatura, a lo sumo, y esto, por dos motivos.
Primero, porque la mayor parte de la literatura fue escrita antes de 1948, cuando la primera sonrisita gráfica hace su debut en una película de Ingmar Bergman, Hamnstad.
Segundo, porque los textos epistolares son escasos. Esto quiere decir que en general los narradores están en primera o en tercera persona. Más simple: si Juan quisiera hacer lo mismo que un escritor sonaría tan inadecuado como una máquina tragamonedas en un convento. Nada más imagínese que, en lugar del típico Hola, Ana :), escribiese algo como:
Hola, Ana -dice Juan con una sonrisa que expresa su alegría por verte. Mínimo, Juan pasaría por un trastornadito con las destrezas de socialización de una ojiva nuclear.
Pero hay algo más.
En general sabemos que los autores escriben para nosotros, pero que no nos escriben a nosotros (ni siquiera en el género epistolar). Así que la función de los guiños, propia del diálogo y sujeta al contexto, queda mayormente desactivada.
Por otro lado, no creemos ni por un instante que los escritores tengan que expresar sus emociones con claridad. De hecho, la falta de claridad puede ser un recurso literario. En el chat, en cambio, origina con frecuencia roces, y cada tanto una riña.
Me apuntaba un amigo que antes, en las cartas y postales, no usábamos emoticones. Exacto, no los usábamos. Pasado. Hoy lo haríamos, si todavía enviáramos cartas de papel y postales de cartón. Los empleamos constantemente en las notas que dejamos pegadas en la heladera o la pantalla de un colega.
Además, ¿tanto trabajo cuesta ver el chat como lo que es? Es un diálogo, no una carta ni una postal; incluso como diálogo es algo completamente nuevo, con sus propias reglas y una dinámica única.
Todas estas cosas las vio, en un instante genial, Scott Fehlman, a quien le escribí el martes para desearle feliz cumpleaños ;) y para preguntarle qué sentía, después de tres décadas de esta invención que él tiene por modesta, pero que hoy es universal. Me respondió: "Luego de 30 años es todavía una sorpresa para mí que esta pequeña idea haya sobrevivido tanto. Es tan fácil hoy enviar una foto o un video, si querés sonreírle a alguien. Pero me imagino que el emoticón se ha convertido en parte de nuestro lenguaje, y podría sobrevivir durante tanto tiempo como sigamos enviando mensajes de texto".
Sabias palabras. Con todo, 30 años de emoticones parecen no ser suficientes para que todo el mundo incorpore este lenguaje de ideogramas emocionales. Observe.
Una de las costumbres más irritantes que existen en cualquier forma de diálogo textual (Messenger, Nimbuzz, Whatsapp, Skype, Facebook, Google Talk, SMS) es la de no usar emoticones. Pueden debatir hasta mañana si son importantes, pero si le mandás un SMS a tu mujer diciéndole:
Vamos al cine hoy?
Y te responde:
No tengo ganas de salir
Te vas a pasar las próximas cinco horas pensando qué metida de pata te mandaste. Tu respuesta emocional será diametralmente opuesta, si te escribe:
No tengo ganas de salir ;)
Así que no sé si son importantes, pero estoy seguro de que no son opcionales.
El que se abstiene de los emoticones vive causando tensión en su interlocutor. Es la clase de persona que te hace sentir todo el tiempo que está enojada. Después de veinte minutos de un intercambio sin sonrisas ni guiños, intentás indagar un poquito. Para qué. Es peor el remedio que la enfermedad. A la pregunta de si está todo bien responderá con un “Sí” tan seco que sólo servirá para confirmar tus sospechas.
En general, incurre en la falta de emoticones el recién llegado a la mensajería instantánea. No hay mal humor ni intención aviesa. Sólo ocurre que todavía no le tomó la mano a los emoticones.”
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Fragmento de la columna “El hombre que nos enseñó a sonreír”, de Ariel Torres
publicada en el diario La Nación, edición del sábado 22 de septiembre de 2012

viernes, 21 de septiembre de 2012

S13 - EL QUE CALLA OTORGA





Desde inicios del 2012 la gente comenzó a mostrar signos de hastío y lo iba haciendo saber; no hacían falta encuestas para advertirlo. Las quejas provenían de personas comunes, algunas que habían votado a la Presidenta y otras que no.
Los motivos eran varios, para Capital Federal y conurbano bonaerense la inseguridad, para el interior el deforme federalismo que aplicaba el Gobierno a su arbitrio, para todo el país los sueldos deteriorados por la inflación excesiva –negada aún hoy por el Gobierno- y para muchos lugares del país las obras que nunca llegaban, como el caso del tren urbano en Salta Capital, al cual sólo una tragedia -no por lejana menos lamentable- motivó que empezara a funcionar después de años de espera.
Un desconcierto inicial tuvo lugar cuando el discurso amable de la Presidenta que en la campaña de 2011 prometía mejorar el diálogo y el consenso, tuvo una metamorfosis brutal en 2012,  al convertirse el Gobierno Nacional en una suerte de patronal estatal que en pos del confeso objetivo “vamos por todo” clausuró los últimos vestigios de diálogo político, convirtió a su mayoría en el Congreso de la Nación en un disciplinado cuerpo que repetía un monótono discurso único y fue una eficiente ametralladora de normas legales, impidió casi inmoralmente la investigación judicial de los hechos de corrupción, siendo el más significativo el de Amado Boudou, defenestró al Procurador General de la Nación pretendiendo reemplazarlo con el titular de la Sindicatura General, personaje tan obsecuente e impresentable que hasta los mismos senadores oficialistas se negaron a darle el acuerdo.  Pero ninguna palabra ni comentario salieron de la boca de la Presidenta sobre este hecho como tampoco sobre la corrupción en general, sobre las investigaciones judiciales que avanzaron sobre su vicepresidente, sobre la inflación, y sobre tantas otras cosas que interesan al ciudadano de a pie.
Y llegó ese momento en que la gente se cansó del todo.
Se hastió del discurso mandón y a veces grosero, se empachó de oír autoelogios y aplausos grabados, se cansó de la cadena nacional narcisista. Se alteró al ver que cada día el estado se entrometía más y más en la vida privada de las personas. Los porteños se cansaron de verse diariamente perjudicados sin motivo por el gobierno nacional y los bonaerenses por verse repetidamente humillados. En el resto de las provincias el retobo tuvo igual origen: la desarticulación del federalismo que el gobierno nacional llevaba a cabo, sin pausa y sin rubores.
Pero también se cansaron los mansos habitantes del país de la ausencia de representación con la que la clase política –tanto la oficialista como opositora- los castigaba. La oposición siempre mostrando las mismas caras, con el mismo discurso y llegando siempre a ninguna parte. Hubo cansancio de que se repitieran Patricia Bullrich y Pino Solanas, Solá y Carrió, Binner y Alfonsín. La oposición estuvo vacía de representación, de liderazgo, de esperanzas y de rumbos y también motivó hartazgo en el habitante común.
Se hastió la gente  de cierta justicia federal, de la impunidad de algunos acusados y del descaro de algunos  magistrados. Se cansó –intuitivamente- de esa política exterior carente de timón, que hizo enemistar al país con más de medio centenar de estados, incluido el Uruguay hermano, algo impensable pero real.
Y entonces la gente contradijo a la Presidenta y salió a la calle en todo el país, con manifestaciones populares, barulleras pero mansas, hechas de familias y no de militantes. Contradijo a la Presidenta al demostrar que aún sin intervención de los grandes medios, el pueblo sabe y puede comunicarse con efectividad. Que sin dirigencia política –o quizás a causa de su ausencia- puede salir a la calle, expresarse en paz y volver a casa después de haberse hecho escuchar. Las manifestaciones del interior contradijeron la atroz idea que del federalismo adolece la Presidenta y varios gobernadores. Retrucaron también el
 principio oficialista que estableció que pensar distinto era “poner palos en la rueda”.
Quizá el disparador que lanzó de repente a la calle a tantos portadores de motivos  silenciados, fue la advertencia que  Cristina Fernández de Kirchner hizo al pueblo argentino por cadena nacional, al afirmar que debían temerle, no importando si mucho o poquito. Esa atrevida manda de la Presidenta tuvo una elocuente respuesta en todo el país en la noche del pasado jueves.
Ella, que reiteradamente ha dicho no necesitar de interlocutores para comunicarse con el pueblo, sabrá entender el mensaje que éste ha enviado. Y deberá inexcusablemente responderle, porque  de lo contrario, será aplicable el viejo proloquio: el que calla otorga. 

Ampliación de la nota que con el título "Sorpresiva y Espontánea Respuesta" publicó el diario El Tribuno, de Salta, en la edición del Sábado 15 de septiembre de 2012 


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domingo, 9 de septiembre de 2012

CARTA ABIERTA: UNA ESPESURA DE PALABRAS PARA JUSTIFICAR LA RE-REELECIÓN



          
  Si la tarea del filósofo es la búsqueda de la verdad, una actividad parecida aunque menos ambiciosa realiza el intelectual, cuya tarea consiste en la comprender la realidad y describirla, descripción que podrá ser verdadera, completa, objetiva o también todo  lo contrario, con o sin los muchos matices que las antinomias ofrecen. La descripción de la realidad argentina que el grupo Carta Abierta dio a conocer el pasado agosto resulta incompleta y en ocasiones subjetiva, al omitir datos que por su gravedad, importancia institucional y alcances políticos, preocupan a toda la sociedad y a sus dirigencias. Funcionarios públicos sospechados de corrupción o el índice real  de inflación o las vacantes nunca cubiertas en la justicia federal integran la realidad económica e institucional del país; estas facetas la carta no las describe ni comenta, ejercitando no obstante una tenaz defensa de la acción de gobierno realizada desde 2003 a la fecha.  
La carta, de lectura indócil, discurre sobre temas varios entre los que sobresalen dos: una permanente descalificación hacia los medios de comunicación social y un vehemente pregón sobre la necesidad de una reforma constitucional.
El primer punto contiene una dura embestida a los medios, que para los intelectuales de Carta Abierta representan el poder o el mal o ambas cosas. El uso de lenguaje emotivo es una constante del texto; expresiones como “bonapartismo mediático”, “acoso de un impresionante aparato comunicacional”, “los grandes medios... siempre dispuestos a asociarse a las causas más retrógradas del vasto mundo”, “los medios ....han decidido el esfuerzo máximo de travestismo”, agregando que “no se trata de negar la existencia de problemas” a los que no describe, ni siquiera los más urgentes, limitándose a señalar que los mismos  al pasar por las redes mediáticas adquieren un estatuto fantasmal”.
Tanta virulencia y excesos verbales terminan por hacerles reconocer la existencia de medios oficialistas, incurriendo en un lapsus notable. Expresan allí: “los grandes medios...deciden ser libertarios cuando atacan a los periódicos oficiales por ser ´pautadependientes´ ”. El error de pluma consiste en escribir “periódicos oficiales” cuando lo correcto es “periódicos oficialistas”, porque lo “oficial” es lo relativo al Estado y que se financia con fondos públicos. La filosofía cristinista –el Estado soy yo- ha contagiado a los firmantes de la carta y entonces aquellos periódicos que defienden a la Presidenta resultan ser periódicos “oficiales”. Pero esto podría ser sólo una anécdota, mucho más importante fue el reconocer que existen periódicos oficialistas a los cuales, en consecuencia, le cuadran todas las diatribas y berrinches que la Carta coloca sobre los “grandes medios”. Porque los medios oficialistas, al recibir apoyo financiero de la persona jurídica mas poderosa y solvente de todo el país -el Estado Nacional-, se convierten ellos  también en “grandes medios”.
             En realidad el lapsus fue una queja inconsciente por el fracaso de los muchos diarios, canales de TV y radios controlados por el kirchnerismo en todo el país, que no rinden ni en audiencia ni  en número de  lectores ni tiene peso suficiente en la opinión pública; fracaso e ira que se reitera, por ejemplo,  cuando refiere la Carta XII “las experiencias de economía social que hoy recorren el país, mas allá y pese a la invisibilización a las que son sometidas...”. Volver invisible para la comunidad una experiencia exitosa del gobierno no es el resultado de un escamoteo informativo realizado por los “grandes medios” sino, en todo caso, es producto de la ineficacia del aparato de difusión oficialista financiado por el Estado, una frustración de todos esos medios que debiendo colocar los resultados en lo más alto y visible del podio ganador no consiguen lograrlo.
El segundo tema premium de la carta es instalar como algo  fatalmente inevitable la reforma integral de la Constitución argentina. Con un lenguaje setentista, épico y combativo, y después de cantar alabanzas a los gobiernos del eje La Habana-Caracas-Buenos Aires expresa que los  “principios legítimos que animan estos gobiernos de transformación” justifican imperativamente, dicen, la reforma constitucional, la que describen –intentan describir- manteniendo ese lenguaje mas erudito que comprensible, para contabilizar lo logrado hasta la fecha y proclaman que “Cristina Fernández produce en medio de las inclemencias de la hora ... una decisión que transforma las luchas de los `70 en un accionar sin tregua...” y a ese mesianismo se le otorga un sentido: ha llegado un “momento constitucional” que requiere transformaciones para “rediseñar las magnas normas....viabilizando la continuidad democrática de liderazgos cuando estos aparecen como condición de esta inédita etapa regional”. El texto continua por varias decenas de renglones mas, que pueden ser resumidos en estas dos palabras: reelección indefinida. 

             Viabilizar la continuidad democrática de un liderazgo, como pide el manifiesto, es lo que ha estado haciendo Cuba desde 1959. Porque en la isla se vive en democracia, pero es una democracia al tipo de la Venus de Milo: bella, pero bastante incompleta.


Armando J. Frezze

(Publicado en diario El Tribuno, edicion del jueves 6 de Septiembre de 2012; para la columna se utilizó el texto de la Carta XII  publicado por el diario Página/12, edición del sábado 25 de Agosto de 2012)

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sábado, 1 de septiembre de 2012

LA OTRA JUSTICIA



            En el cine y la TV los juicios públicos han sido materia de amplia indagación por las producciones norteamericanas. Desde el humor hasta el drama, una gran variedad de argumentos han subido al estrado.
            Pero existe –aparte de las vistas en pantalla- otra justicia, la del sistema judicial real y cotidiano, la del día a día.
            La presencia en Salta de Edward Charles Prado, Juez de la Cámara de Apelaciones Federal de los Estados Unidos, como disertante en la Escuela de la Magistratura de la Provincia, mueve a recordar las varias similitudes  que existen entre los sistemas judiciales argentino y norteamericano de orden federal, pero también  las grandes –enormes- diferencias que se advierten entre ambos.
            Circunscripta la mirada a los tribunales federales, excluyendo los provinciales y comenzando por las Cortes Supremas, una primera similitud es el procedimiento utilizado para fijar el número de  sus integrantes y la forma del nombramiento. En ambos países lo dispone por ley el Congreso y ese número, en los dos países, ha sido variable en el tiempo. En Argentina inicialmente los Ministros de Corte fueron cinco según una ley de1862, un siglo mas tarde, en 1958 un Decreto-Ley aumento los integrantes del Alto Cuerpo a siete, modificación que duraría poco tiempo: en julio de 1966 otra ley los redujo a cinco. En abril de 1990 nueva ley y nuevo número de integrante: se eleva a nueve miembros, composición que recientemente -en 2006 por ley  26.183- se reduce nuevamente a cinco ministros de Corte, con la particularidad que a ese número se llegará paulatinamente al disponer la norma que no deben cubrirse las vacantes definitivas que se vayan produciendo.
            Por tu parte el Alto Tribunal estadounidense tuvo un historial parecido, aunque no igual: inicialmente, en 1789, sus integrantes se fijaron en seis, número que leyes posteriores modificaron en cuatro oportunidades, la última es el año 1869 y fijó en nueve la cantidad de magistrados, esta norma que rige hasta el presente. Pero si bien es una similitud, también es una diferencia:  muestra el respeto que el Parlamento americano tiene hacia el Poder Judicial, al no haber modificado la cabeza de esa institución en casi un siglo y medio.  
            El equilibrio de género en la composición del Tribunal es también similar: en ambos casos resulta proporcionalmente casi igual ya que la Corte argentina la integran dos mujeres sobre un total de siete miembros mientras que el tribunal americano  hay tres juezas sobre un total de nueve integrantes. El rango etario, en cambio, marca alguna diferencia: aquí el más joven es el Presidente, Ricardo Lorenzetti (56 años) y el decano es Carlos Fayt (94), los separan 38 años, en la Corte americana la  Jueza Ruth Bader Ginsburg (79) y la más joven Elena Kagan (52 años) reducen la diferencia a 27 años. 
Una similitud de orden general ocurre con los nombramientos, por tratarse de justicia federal.  En ambos países la designación corresponde al Presidente de la Nación, con un posterior y necesario acuerdo del Senado. Pero en el modo de sustanciarse esa designación se pueden señalar dos diferencias de peso: en ambos países hay fuertes lobbys para posicionar a un candidato, especialmente para la Corte Suprema; la diferencia estriba en que aquí se hace tras bambalinas y allá a la luz del día, la actividad lobbysta es lícita, está regulada y se realiza públicamente. La otra diferencia reside en la importancia que, en cada caso, los Ejecutivos otorgan a la cobertura de vacantes y a que la fluidez de la administración de justicia no sea afectada por esa causa. Sobre el punto los número son elocuentes:  al día 26 de agosto, para una estructura de 874 jueces federales  las vacantes estadounidenses ascendían a 77; diariamente el gobierno americano informa sobre la evolución de vacantes en el sitio http://www.uscourts.gov/Home.aspx . En Argentina por su parte,  existen 80 ternas esperando que el Poder Ejecutivo elija un nombre para remitir al Senado, 36  ya llevan dos años de espera. El Consejo de la Magistratura de la Nación, hoy altamente politizado, envió apenas 3 ternas en 2011 y sólo dos en este año.
Detrás de esas concordancias y diferencias, aparecen dos filosofías diferentes, distintas, utilizadas para impulsar el eficaz funcionamiento de la administración de justicia. De la otra Justicia.


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MALBEC O CIANURO




Publicado en Diario Once, edición del Martes 14 de agosto de 2012

Los mitos se construyen con la repetición, se alimentan de creencias, sentimientos, ignorancia, hasta ideología, y se expresan con frases sencillas, repetibles, panfletarias: “Malbec o cianuro". Frase que muestra una falsa contradicción entre ambos términos, ya hemos visto que minería, agricultura, y en particular la vitivinicultura, son totalmente compatibles.
La ley mendocina 7722 prohíbe, sólo a la minería, el uso de ciertas sustancias químicas en el procesamiento de minerales.
“Malbec o cianuro”, una frase que implica una profunda ignorancia sobre los insumos y procesos que se utilizan en la elaboración del vino.
La clarificación azul
Los metales que se encuentran en el vino y mosto pueden provenir de la uva, así como también de la maquinaria que se utilice, ya que, por su acidez, el mosto y el vino atacan los metales. Un alto contenido de metales puede provocar enturbiamiento, afectando el color o limpidez de los vinos.
Para disminuir el contenido de metales, llevándolo a niveles tolerables, existen varios métodos, entre los que se destaca la clarificación azul, que logra precipitarlos al formar compuestos insolubles, agregando ferrocianuro de potasio.
El ferrocianuro de potasio se disuelve fácilmente en agua, en condiciones ácidas puede generar ácido cianhídrico que es venenoso en dosis superior a los 60 ppm. El ferrocianuro se asocia con los metales del vino, dando como resultado la insolubilización y precipitación de los mismos (Zn, Cu, Fe y Mn) en compuestos complejos de tonalidad azul. Se debe calcular la cantidad exacta de ferrocianuro a agregar al vino a tratar, ya que un exceso de éste genera  ácido cianhídrico que se libera y es tóxico.
Cianuro en el vino: una práctica autorizada y normada
Ya desde 1967 este procedimiento está autorizado por el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), Decreto INV 6136/67 - Inclúyese entre las prácticas enológicas lícitas en bodega la “clarificación azul” -, método que sigue vigente y está comprendido entre las prácticas enológicas lícitas por el INV   y en el Reglamento Vitivinícola del Mercosur.
En la GUÍA PARA LA APLICACIÓN DE BUENAS PRÁCTICAS DE MANUFACTURA (2005), elaborada por el INV, (Programa Calidad de los Alimentos Argentinos, proyecto ARG 96/006 convenio PROSAP – BIRF ARG /96-6-8/00, coordinado por la Subsecretaría de Política Agropecuaria y Alimentos de la SAGPyA), se menciona entre “los peligros que se consideran más importantes para la calidad de los vinos........ Clarificación azul, la cual implica un riesgo de contaminación química por un mal manejo. Para este caso, se recomienda hacer un buen control de las condiciones y los resultados del proceso”.
Ferrocianuro que abastecen los proveedores de la industria vitivinícola (Estabifer, etc.), cuya descripción comercial señala: “al aplicar el ESTABIFER en el vino, el ferrocianuro férrico que se forma se encuentra en estado de dispersión coloidal..... Los ácidos orgánicos del vino pueden actuar sobre el ferrocianuro descomponiéndolo y dando lugar a ácido cianhídrico formado a partir de un exceso de ferrocianuro libre es pequeña y muy por debajo de las dosis peligrosas.” Una visión por cierto optimista, sobre la toxicidad del cianhídrico.
Cianuro en el vino, y nadie se preocupa por eso...
Las bodegas lo pueden usar, sin Estudios de Impacto Ambiental (IIA), sin tramitar Declaraciones de Impacto Ambiental (DIA), ni audiencias públicas, ni menos aún, trámites legislativos y oposición ambientalista. Alcanza con el control de la autoridad de aplicación (INV) y la responsabilidad de los productores. Y lo deben hacer bien, porque la gente no se está muriendo envenenada con cianuro, o al menos no nos enteramos.
Y no sólo cianuro, también el sulfuroso
“El sulfuroso se usa en vinificación desde el minuto en que las uvas llegan a la bodega (incluso desde que las uvas van en el camión hacia la bodega), hasta justo antes del embotellado. Tiene varias propiedades, incluyendo antioxidantes y antisépticas, que lo hacen esencial para la vinificación comercial. Es muy importante mantener un uso juicioso de este producto. El uso indiscriminado puede ser muy perjudicial para el del vino, siendo el responsable de los aromas a ajo, cebolla, goma quemada o repollo maloliente, los cuales son muy difíciles de eliminar para el enólogo y pueden arruinar un vino”. Olvidan indicar que también es muy peligroso para la salud humana...
Y a veces parece que no lo manipulan tan bien, como hemos visto en la explosión de un tanque de sulfuroso en Maipú, con varias personas intoxicadas.
El sulfuroso en contacto con la humedad genera ácido sulfúrico, insumo que también es usado como aditivo en las aguas de riego por goteo, para evitar la crustificación de cañerías y disminuir el PH de suelos. Exactamente eso: sulfúrico en el riego, A CIELO ABIERTO.
Cianuro y sulfuroso en las bodegas, sulfúrico en las fincas...
Insumos que usados de manera responsable, siguiendo los procedimientos establecidos y con los adecuados controles, se emplean en forma segura. A nadie se le ocurriría impedir el uso de esas sustancias tan necesarias en el proceso productivo.
Son productos tóxicos esenciales en la industria y el agro; y nadie tomaría un vaso de sulfúrico, o de solución de ESTABIFER, como nadie bebería un vaso de xantato, menos aún de lavandina, gasoil o destapa cañerías. SON TÓXICOS, y convivimos con ellos, los necesitamos.
Y los ambientalistas no protestan por los químicos que usan la vitivinicultura y el agro en el riego, los mismos productos químicos, a cielo abierto algunos, en áreas urbanas y semiurbanas otros. Sólo les preocupa que los use la minería....
“Malbec o cianuro”, es sólo un falso slogan, que apela al prejuicio y la ignorancia. La realidad es más compleja, requiere información, razonamiento.
Lo hemos intentado.....
MDZOL