miércoles, 30 de enero de 2013

LA DEMOLICIÓN DEL PODER JUDICIAL, UN OBJETIVO K




FACULTAD DE DERECHO - UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES - 1953



Con formas cada vez más agresivas el Gobierno anuncia su próximo paso en la batalla que apunta demoler al Poder Judicial de la Nación y de las provincias, so pretexto de democratizarlos. Aquel primer paso para dominar a la Justicia Federal que fue la modificación del Consejo de la Magistratura inició lo que parece hoy un plan concebido para disolver las estructuras judiciales tal como se las conoce actualmente.
Cuando en enero del 2012 el titular de la ANSES  denunció  “jubilaciones de 60.000 pesos por mes” correspondientes a magistrados,  y "desmanejos, abusos y estafas al Estado” por privilegios nacidos de sentencias dictadas en el fuero previsional se avanzó otro paso. Las palabras de Diego Bossio menoscabando genéricamente a ex magistrados excedían la mera comunicación sobre las políticas del  organismo en este tema y prenunciaban una batalla por la disolución del Poder Judicial de la Nación.
Las agresiones del Poder Ejecutivo Nacional a tribunales y jueces, Corte Suprema incluida, por fallos que les disgustaban han sido una constante desde hace casi una década, por lo que ya no sorprenden  resultando innecesario citar ejemplos. Desvalorizar y menoscabar el quehacer judicial y las personas que lo ejercen diariamente  fue una tarea  que cumplieron también funcionarios, medios de comunicación  y –lamentablemente- también legisladores K. Preocupa hoy ver que aquella planificación aniquilatoria parece ingresar a su fase definitiva.
Promediando el 2012 los intelectuales kirchneristas que integran “Carta Abierta”  señalaron sobre el tema algunos objetivos inminentes : “La llave maestra de la reconstrucción popular es la democratización operativa del ámbito de la acción colectiva pública, encarnada en sus instituciones estatales…”,  conceptos que tomó  la Presidenta para reclamar en diciembre que “hay que democratizar la justicia”. En Salta retumbaron también esos ecos. Esa Carta XII señala también que “los pueblos y los gobiernos de Suramérica son navíos en la tormenta” indicando en esa épica descripción la existencia de un “momento constitucional” apropiado para  “legislar a una escala constitucional un armazón novedoso de normas”. Obviamente una estructura y procedimiento judicial populista estará allí contemplada.
No sorprendió entonces la embestida de la Presidenta contra la justicia, cumplida el sábado pasado, cuando difundió casi dos docenas de mensajes a través de su cuenta en Twitter. Entre otras cosas dijo  que "No sólo se quiebra el principio de igualdad ante la ley sino que además surge un Superpoder sobre el Ejecutivo y el Legislativo", que “En un desequilibrio total del sistema democrático, jueces gobiernan anulando decisiones propias intransferibles del Ejecutivo y Legislativo” y que “El sistema democrático es severamente dañado por la falta de administración de justicia y la generación de un nuevo orden judicial: el cautelar”. Sucedía mientras pasaba una semana de vacaciones en Rio Gallegos.
Técnicamente el hecho era un conflicto de poderes en ciernes, políticamente fue un avance más en la materialización del “Vamos por todo” porque una vez licuado el Poder Judicial de la Nación, el someter a los medios, disolver las asociaciones profesionales, intervenir las centrales obreras o cualquier otro objetivo del autoritarismo será una tarea sencilla.
No es casual que la misma semana Agustín Rossi, jefe de la bancada oficialista en una entrevista del diario  EL CRONISTA anticipara  la reforma del Poder Judicial diciendo: “En la democracia que nosotros queremos construir nadie tiene coronita.  Que los jueces paguen Ganancias parece ser una situación de estricta justicia”. Esta última afirmación es ciertamente razonable, pero siempre que ello suceda mediante  leyes de carácter general, extensiva a todos los poderes del Estado. Esta fórmula es la que utiliza la Constitución de Salta en su art. 161.
Rossi afirmó también, falsamente, que “es el Poder del que menos se conoce y del que muchas veces es imposible entender cuál es la lógica de la toma de decisiones.” El diputado, ingeniero, confunde al lector: parece que para él ser conocido es aparecer en los medios, pero ocurre que  los magistrados  no aparecen –salvo  deshonrosas excepciones- porque no necesitan hacerlo. Ellos trabajan en sus despachos redactando sentencias o en las salas de audiencias. Y todos los poderes judiciales del país tienen su sitio en Internet donde cualquier ciudadano puede consultar quién es quién en la justicia nacional o provincial. Respecto de la lógica de los fallos olvidó que  los magistrados conforman un mosaico de ideologías diferentes, de religiones diferentes, de cepas diferentes. Sólo los unifica el ser independientes para interpretar el derecho, lo cual no quiere decir que sean infalibles. Pero mucho peor serían los jueces que pretende el diputado Rossi, magistrados elegidos por voto popular  que, cuando dicte sentencias, no aplicarán el derecho sino que cumplirán las órdenes del jefe político, acatadas con obediencia ciega, “perinde ac cadáver”. O sea otra escribanía, un símil de la que hoy cobija a los legisladores oficialistas.    




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