domingo, 3 de marzo de 2013

LA BATALLA DE SALTA, CONTRACARA DE LA ÉTICA PÚBLICA ACTUAL



Versión ampliada de la columna
publicada en el diario El Tribuno,
en la edición del sabado 23/2/2013




       Los festejos y los bicentenarios se arremolinan y se confunden  entre sí como parte de un sueño que enlaza largos fines de semana, turismo continuo y espectáculos gratuitos con tufilloa circo romano. Un sueño en el que lo accesorio termina desplazando a  lo principal.
      Porque lo principal de esas celebraciones era homenajear los iniciales intentos de unidad nacional, de organizar el estado mediante una Constitución,  ese sueño perseguido por la Asamblea Constituyente del Año 13, sueño por el que luchó Belgrano en Salta, sueño que recién fue parido cuarenta años más tarde, en 1853.
      Con dificultades el objetivo iba concretando, la Nación creció fortificando por medio de las  instituciones necesarias para su desenvolvimiento a medida que las necesidades lo imponían.  La organización estatal resultaba ineludible porque los hombres –por indispensables y patriotas que fueran, un día morían- pero las instituciones no. Era verdad que la organización vence al tiempo, como dice el apotegma  atribuido a Perón pero acuñado siglos antes con las primeras sociedades comerciales de personalidad jurídica independiente.
       Pero en estos tiempos ese proceso se ha demorado,  una degradación institucional ocurre sin prisa y sin pausa, producto de las acciones del Gobierno Nacional kirchnerista y de las conductas de los diputados y senadores que las acompañaron; así se advierte una grave declinación de instituciones de importancia para el buen funcionamiento del Estado.
       Algunas, como la  Vicepresidencia de la Nación , humillada por la falta de idoneidad moral de su titular, otras, como  la Auditoría General de la Nación, ignorada por el Gobierno, desprecio que la tragedia de Once hizo público al poner sobre el tapete los dictámenes que lo auguraban. Otra es la Procuración General de la Nación, en la cual se intentó con toda desvergüenza nombrar como titular del órgano, al que la Constitución define como “independiente”, al Síndico General de la Nación Daniel Reposo, quien públicamente reconocía su obediencia ciega a la Presidenta. Ni lamentable papel que hizo ante el Senado, ni su currículum falseado ni el fracaso político de la Presidenta al no lograr imponerlo, le llevaron a imaginar una ética renuncia a la sindicatura que ejerce, renuncia que tampoco le fue solicitada por la Mandataria.  
            El Banco Central es otro botón de muestra: el nombramiento de su Presidente es por seis años y requiere acuerdo del Senado, sin embargo el pliego de Mercedes Marcó del Pont fue congelado en la Casa Rosada, hecho irrespetuoso que no ha motivado sin embargo su renuncia. El paradigma de la declinación institucional es la trayectoria del  Instituto Nacional de Estadística y Censos, sus servicios son esenciales para tomar cualquier decisión de gobierno, nacional o provinciales, Pero el INDEC ha desaparecido de la faz de la tierra como organismo creíble, descalificado incluso internacionalmente. Tanto para conocer las falencias educativas como para ponderar las oportunidades de inversión de capital o para cualquier otro tipo de decisión que necesite la gestión pública o privada, los datos del INDEC siempre fueron confiables. Hoy está en ruinas y es objeto de burla callejera. La Procuración del Tesoro, centenaria y prestigiosa, hoy la dirige una abogada carente de antecedentes y trayectoria, cuyo único mérito es haber sido miembro del Tribunal de Cuentas de Santa Cruz. La Inspección de Personas Jurídicas es otra institución que dejó de ser confiable: el extravío de expedientes de constitución societaria, que antes no ocurrían, comenzaron cuando fueron  requeridos judicialmente en las causas  Ciccone y Shocklender.
Suficientes ejemplos para comprobar el hecho perverso que los origina: el reemplazo paulatino de las instituciones por la mera voluntad presidencial.    
            El kirchnerismo también desbarató la tradicional política partidaria y hasta los mismos partidos, una institución que tanto Néstor como la Presidenta señalaban necesaria tanto para la vida democrática como para acceder al poder.  La Presidenta en la Plaza de Mayo el 18 de junio 2008 y  Néstor Kirchner en la UOM  el 3 de julio siguiente advertían a sus opositores que para poder criticar debían formar primero un partido y luego ganar elecciones.
            El discurso de Cristina Kirchner siempre tuvo como prolija característica la supresión  referencial de Perón y del Partido Peronista, casi hasta lograr que pasaran a segundo plano y sólo figurara ella, eventualmente su agrupación La Cámpora, como los únicos ejes. Pero ocurre que ni fundó otro partido ni aceptó, rompiendo la tradición,  ser presidenta del Partido Justicialista, cargo que hoy sigue vacante.  Soló alentó la consigna de “Cristina Eterna”. Hoy ya no tiene reelección posible, carece de heredero político, el partido peronista no forma parte de sus afectos, no ha formado un partido cristinista puro y desde hace un tiempo gobernadores peronistas la enfrentan por diferentes motivos. El Peronismo Federal, por su parte siempre fue  público oponente al autoritarismo kirchnerista. Este panorama indicaría que  ha comenzado, sin duda, el período del pato rengo. Los abucheos y silbidos que en Salta le obsequiaron a su vicepresidente elegido a dedo al igual que los escuchados ayer en Plaza de Mayo en el acto del aniversario de la Tragedia de Once,  no son los primeros ni serán seguramente los últimos.




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