En el mes de julio de 2004 el juez marplatense Enrique Félix Arbizu otorgó status judicial al concepto de ludopatía, al considerar que la adicción al juego de azar es una enfermedad, un descontrol de la conducta, como lo son el impulso de quemar -piromanía- o el más común de cleptomanía, que amerita la protección preventiva por parte del sistema de justicia; fundado en tales razones ordenó al Casino de Mar del Plata colocar carteles advirtiendo que jugar por dinero es nocivo para la salud, medida que le había sido solicitada por un particular en una acción de amparo presentada al magistrado.
Ludopatía (o ludomanía) es el comportamiento de la persona que necesita, de un modo incontrolable, jugar por dinero postergando a su familia, a su trabajo e incluso su alimentación y sus vínculos sociales, llegando a cometer reprobables acciones para obtener el dinero que le permita continuar jugando. Esto genera tensiones, enfermedades sicosomáticas y alteraciones que pueden desembocar aún en el suicidio. La Organización Mundial de la Salud (OMS) la reconoce desde 1980 como una enfermedad o trastorno mental, al igual que la Asociación Americana de Psiquiatría; de los diez criterios diagnósticos que caracterizan a un jugador compulsivo, el primero es el fracaso reiterado en sus esfuerzos por dejar de jugar. Siempre necesitará ayuda si quiera escapar del infierno.
A partir de la medida del juez Arbizu, el concepto de obligar a la colocación de carteles con leyendas que señalen que el juego es perjudicial para la salud en aquellos lugares donde se juega por dinero ha sido el eje de varios proyectos legislativos: la Nación, las provincias de Bs. Aires, Córdoba y Misiones, lo tienen en estudio. Pero parece poco para un problema tan grave.
En Argentina la adicción al juego generalmente no es contemplada en los programas contra adicciones que desarrollan los organismos oficiales de salud, orientados al alcoholismo y las drogas; pero sí lo hacen las ONG y asociaciones civiles preocupadas por el tema, que son muchas, existiendo en el país más de cuarenta: "Jugadores Anónimos", "Vivir", "Amanecer" (de Salta) son algunos de los grupos de autoayuda que existen, al igual que la línea telefónica "Vida".
¿Cuál es el rol del estado frente a esta adicción? Prioritariamente orientar programas que persigan la prevención de la enfermedad y la asistencia y rehabilitación del jugador compulsivo, por estar comprometida la salud pública, lo cual significa formulación -y ejecución- de políticas a mediano y largo plazo: se trata de una enfermedad social que pone en riesgo a la familia y que es la antesala del quebranto económico y, a veces, del delito. Por ello resulta necesaria una campaña de información que, en forma sostenida, difunda las características de esta enfermedad social y haga conocer los lugares donde funcionan centros de atención, oficiales o privados, y al mismo tiempo ayude financieramente a las instituciones sin fines de lucro dedicadas a la rehabilitación. Con relación a los carteles, podría ser de colocación obligatoria aquellos que describan todos los síntomas típicos del jugador compulsivo e informen sobre los grupos de autoayuda y centros de atención existentes en la provincia, sus domicilios, telefonos, horarios; a esa información podrían añadírseles las direcciones de Internet que resulten útiles. Por último el Plan Provincial de Salud, en el segmento de las políticas anti-adicciones, debe considerar las conductas de juego compulsivo, con proyección en los presupuestos futuros que financien tratamientos.
Ludopatía (o ludomanía) es el comportamiento de la persona que necesita, de un modo incontrolable, jugar por dinero postergando a su familia, a su trabajo e incluso su alimentación y sus vínculos sociales, llegando a cometer reprobables acciones para obtener el dinero que le permita continuar jugando. Esto genera tensiones, enfermedades sicosomáticas y alteraciones que pueden desembocar aún en el suicidio. La Organización Mundial de la Salud (OMS) la reconoce desde 1980 como una enfermedad o trastorno mental, al igual que la Asociación Americana de Psiquiatría; de los diez criterios diagnósticos que caracterizan a un jugador compulsivo, el primero es el fracaso reiterado en sus esfuerzos por dejar de jugar. Siempre necesitará ayuda si quiera escapar del infierno.
A partir de la medida del juez Arbizu, el concepto de obligar a la colocación de carteles con leyendas que señalen que el juego es perjudicial para la salud en aquellos lugares donde se juega por dinero ha sido el eje de varios proyectos legislativos: la Nación, las provincias de Bs. Aires, Córdoba y Misiones, lo tienen en estudio. Pero parece poco para un problema tan grave.
En Argentina la adicción al juego generalmente no es contemplada en los programas contra adicciones que desarrollan los organismos oficiales de salud, orientados al alcoholismo y las drogas; pero sí lo hacen las ONG y asociaciones civiles preocupadas por el tema, que son muchas, existiendo en el país más de cuarenta: "Jugadores Anónimos", "Vivir", "Amanecer" (de Salta) son algunos de los grupos de autoayuda que existen, al igual que la línea telefónica "Vida".
¿Cuál es el rol del estado frente a esta adicción? Prioritariamente orientar programas que persigan la prevención de la enfermedad y la asistencia y rehabilitación del jugador compulsivo, por estar comprometida la salud pública, lo cual significa formulación -y ejecución- de políticas a mediano y largo plazo: se trata de una enfermedad social que pone en riesgo a la familia y que es la antesala del quebranto económico y, a veces, del delito. Por ello resulta necesaria una campaña de información que, en forma sostenida, difunda las características de esta enfermedad social y haga conocer los lugares donde funcionan centros de atención, oficiales o privados, y al mismo tiempo ayude financieramente a las instituciones sin fines de lucro dedicadas a la rehabilitación. Con relación a los carteles, podría ser de colocación obligatoria aquellos que describan todos los síntomas típicos del jugador compulsivo e informen sobre los grupos de autoayuda y centros de atención existentes en la provincia, sus domicilios, telefonos, horarios; a esa información podrían añadírseles las direcciones de Internet que resulten útiles. Por último el Plan Provincial de Salud, en el segmento de las políticas anti-adicciones, debe considerar las conductas de juego compulsivo, con proyección en los presupuestos futuros que financien tratamientos.
Esta es una enfermedad solapada que hace sufrir al jugador pero mucho más a su familia. El estado, al igual que los grupos privados de autoayuda, tiene un importante rol en el tema que por ahora no emerge en la superficie de los programas antiadicciones.
Armando J. Frezze
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