jueves, 21 de julio de 2011

DE TÁBANOS, PERIODISTAS Y LEGISLADORES



            El setenta por ciento de los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires - epicentro secular de la política argentina y sede del gobierno nacional- rechazó el domingo último la gestión de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, noticia que  desdibujó a otras informaciones que no merecían pasar desapercibidas.
            Una de ellas, publicada el día martes  5 de julio por el diario La Nación, informaba que existían 146 vacantes de jueces con ternas ya elevadas por el Consejo de la Magistratura de la Nación, aguardando que la Presidenta dispusiera enviar las peticiones de acuerdo al Senado, muchas desde hacía más de un año. De hecho no nombraba ni magistrados ni miembros del Ministerio Público desde hacía ocho meses mostrando una vez más su desinterés por la Justicia y el buen funcionamiento del Poder Judicial.

Cuando Néstor Kirchner llegó al gobierno estaban 40 ternas (120 postulantes seleccionados)esperándolo, el asunto no le pareció importante y durante un año no envió al Senado pliego alguno; su desinterés motivó que la Asociación de Abogados de Buenos Aires presentara un amparo ante la justicia para obligarle a designar candidatos. Para diciembre de 2007 las vacantes de magistrados y fiscalías sin cubrir treparon a 204; en esa época la entonces senadora Fernández de Kirchner, candidata a la presidencia, prometió públicamente que el tema sería prioritario en su gestión, aunque al poco tiempo de asumir no sólo humilló a supuestos “jueces alquilados” sino que retomó la línea de su marido. La justicia no era un tema atrayente tampoco para ella; el eje de su campaña -la calidad institucional- se desvaneció después de realizar las primeras designaciones. El problema y el número de juzgados vacantes aumentó nuevamente, en julio del 2008 ya superaban los doscientos. No cubrir cargos vacantes en la justicia resultó una política de estado de
ambos gobiernos.
            La omisión informada a la comunidad la semana pasada por la prensa, resultó demasiado tóxica y el viernes 8 de julio, tres días después de la publicación y dos antes de las elecciones porteñas, la Presidenta anunció el envío de 82 pedidos de acuerdo, la mayoría para jueces, incluyendo candidatos a cinco juzgados federales con asiento en provincias y también algunos fiscales y defensores oficiales.

Juzgados sin jueces = Justicia lenta = Responsabilidad de Poder Ejecutivo

            Un suceso algo similar ocurrió en Salta: cuando la prensa informó sobre la carencia de móviles policiales en un número que afectaba la seguridad de toda la provincia, motivó que, recién entonces, el Gobierno local se ocupara de comunicar que existía un proceso licitatorio aún no concluido para corregir ese problema logístico, problema cuya existencia no fue negado pero que originó un insólito exabrupto oficial contra la prensa por darlo a conocer.
            En ambos casos, si el periodismo no se hubiese ocupado de esos temas tan caros a la sociedad –justicia y seguridad lo son- las soluciones no se hubiesen acelerado. Dos noticias que recuerdan la divisa de un filósofo griego que el viejo diario “Critica”, a mitad del Siglo 20 insertaba en la tapa cada día: “Dios me puso sobre vuestra ciudad como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto”.
            Estos ejemplos, por su parte, desmienten que los periodistas “ya no son intermediarios necesarios” y que al Presidente le bastaba con el atril, como afirmara de modo contundente en febrero del 2007 el entonces Secretario de Medios de Comunicación de la Nación, Enrique Albistur, que continuó en ese cargo con la actual Presidenta hasta el 2009. El pensamiento del funcionario, expuesto en una larga entrevista que concedió a un matutino porteño,  reflejó crudamente la filosofía de los dos últimos presidentes argentinos en materia de información: ambos mandatarios se caracterizaron por no ofrecer prácticamente nunca conferencias de prensa, una curiosidad muy comentada en el extranjero y hacer de las ofensas y descalificaciones de la actividad un comodín argumental que servía tanto para un roto como para un descosido.
            Las dos noticias que se analizan no sólo desmienten que la prensa sea un intermediario innecesario, sino que también deja al descubierto que  los legisladores, como representantes del pueblo, justifican su devaluada cotización en el imaginario popular al despreocuparse del control de las gestiones de gobierno, o al no mostrar en su labor una independencia de los Poderes ejecutivos. La idea de la “legislatura-escribanía” ha prendido muy adentro de la gente, la imagen de la sumisión –al menos de los legislativos oficialistas-  es generalizada aunque no resulte siempre puntualmente cierta.
Por ventura para la democracia, ésta en lo esencial avanza día a día y la comunidad ya no cacerolea pidiendo que se vayan todos, sino que, en todo caso, usan el voto para abrirles una puerta de salida directa a los que defraudaron sus expectativas, marcándoles un “que se vaya” inapelable. 


Armando J. Frezze

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