-Esta incisiva nota debida a la pluma de Claudio Fantini, Director del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Empresaria Siglo 21 fue publicada en la edición de hoy de La Voz del Interior y entiendo que debe ser compartida, aún desde visiones opuestas que no compartan el mismo espacio ideologico, porque merece una lectura desde todos los escorzos. Asì se expresó Fantini hoy:
"La función de Winston Smith era reescribir la historia desde el despacho que ocupaba en el Ministerio de la Verdad. Mediante ese personaje y su desopilante tarea, lo que George Orwell describió en la novela 1984 no es una mera ficción, sino también la realidad del totalitarismo.
Por eso resulta tan significativo que, en una carta pública en la que acusó a la Presidenta de mentir, Alberto Fernández haya evocado el libro que terminó de consagrar al escritor británico en el género distópico.
Seguramente no quiso decir que el Gobierno, del que formó parte, devino totalitario. Pero el ejemplo que usó denuncia de manera inequívoca que el recurso de la mentira en la construcción del relato oficialista, para la autosacralización y para denostar al “enemigo”, es uno de los aspectos esenciales del totalitarismo.
Si no hubiera querido señalar la presencia de esos rasgos en la argumentación kirchnerista, no hubiese evocado la novela que Orwell alcanzó a publicar poco antes de su muerte temprana.
Sucede que en una entrevista realizada para la elaboración de su biografía, Cristina Fernández dijo que quien fue número dos de su marido y de ella, actuaba como vocero del Grupo Clarín en la Casa Rosada. Ésa y otras afirmaciones fueron respondidas en la carta que describe a la mandataria como una mentirosa.
Por esa respuesta, Alberto Fernández fue de inmediato ametrallado con descalificaciones por Aníbal Fernández. Está claro que el ex jefe de Gabinete avaló en el pasado mucho de lo que ahora denuncia. Pero su sucesor en el cargo dedica demasiado tiempo a ametrallar con descalificaciones a demasiada gente como para que sus arsenales verbales aún puedan causar daño. Mientras, lo dicho por Alberto Fernández ha sido planteado, con diferentes palabras, por Roberto Lavagna, Martha Oyhanarte, Martín Lousteau, Graciela Ocaña y muchos otros colaboradores valiosos que tuvo y expulsó el actual Gobierno.
Discurso. Alberto Fernández acusa a la Presidenta de “fabular batallas para parecer heroica” y también de “trastrocar lo sucedido”, con la intención de “construir una historia acomodada a sus actuales conveniencias”. De tal modo, el ex funcionario señala en Cristina Fernández rasgos de lo que el psicoanálisis apunta como “discurso perverso”.
En el libro El acoso moral , Marie-France Hirigoyen llama de ese modo a la actitud “narcisista” que necesita “humillar” y denigrar “para elevarse a sí misma”. Según la psiquiatra y psicoanalista francesa, quien lo utiliza no practica la comunicación directa, porque considera como “objeto inferior” a ese “otro” al que procura ridiculizar.
Mediante el discurso perverso, se intenta imponer una imagen de “grandeza y sabiduría”. Quien lo maneja, normalmente “se alimenta de conflictos”, además de “manipular a los demás para crear enfrentamientos” y negar a “sus víctimas el derecho a la defensa”.
C, son muchos y van desde la prescindencia total en la lucha por los derechos humanos durante la época de la dictadura hasta compartir boletas de candidaturas con Carlos Menem y aportar al modelo neoliberal nada menos que el apoyo provincial que permitió la privatización de YPF.No en todos los casos la postal propia en tiempos pasados es condenable. Lo malo no es cambiar de posición, sino actuar como si siempre se hubiera estado en la posición nueva. Más grave que haber apoyado a Menem, a la convertibilidad y a la peor de las privatizaciones, es repudiar a otros por esas mismas actitudes. Como si José María Aznar disparara a diestra y siniestra acusaciones de colaboración con el régimen franquista. Sencillamente absurdo, y también característico del discurso perverso.
Rasgos. Los rasgos enumerados en El acoso moral no sólo se perciben en el trato que el Gobierno aplica a propios y ajenos, desde Daniel Scioli a la totalidad de la oposición, sino también en el dispositivo mediático financiado para denostar, “ridiculizar”, “humillar” y “aniquilar” la imagen pública de quienes tienen posiciones críticas, disparando sobre ellos “desprecio y burla”.
Lo que Marie-France Hirigoyen plantea en la cotidianidad del hogar y el trabajo, llevado al plano político constituye un rasgo del pensamiento y accionar totalitarios. Obviamente, Argentina no está en el totalitarismo, pero esos rasgos son claramente perceptibles en el discurso del Gobierno y de su aparato de propaganda. Se perciben desde hace tiempo, aunque Alberto Fernández recién ahora los vea. Lo importante es que se atreve a describir eso que la mediocridad opositora aún no atina siquiera a comprender en forma cabal.
Más significativo todavía es que su descripción del discurso articulado por el liderazgo y su dispositivo mediático haya recurrido a la novela de Orwell en la que el señor Smith reescribe la historia en el Ministerio de la Verdad."
CLAUDIO FANTINI
"LA VOZ DEL INTERIOR"
edicion on line