martes, 18 de enero de 2011

LA MONEDA, UNA FORMA DE SOBERANÍA


(Publicado en El Tribuno de 
Salta, el sábado 15 de enero de 2011)



                Se le conoció como “Operación Bernhard” según algunos o según otros como “Operación Krüger”. Los detalles hoy no importan, sólo prevalece el sentido que tuvo esa operación militar alemana intentada durante la segunda guerra, para incorporar una nueva arma al escenario bélico. Novedosa por cierto: no formaba parte de la parafernalia explosiva que destrozaba físicamente al enemigo, se trataba de algo mucho más sutil, algo que ayudaría a Alemania a solventar sus gastos de guerra –era 1942 y el esfuerzo comenzaba a sentirse- y al mismo tiempo llevar al caos las economías de Inglaterra y EEUU, sus principales enemigos. El arma: libras esterlinas y dólares estadounidenses falsificados por y en Alemania. Aunque la guerra terminó cuando recién  empezaban a circular las primeras libras apócrifas la operación Bernhard inspiró un par de libros  e incluso una película alemana, “Los Falsificadores”, realizada en 2007 y ganadora al año siguiente del Oscar a la mejor producción de habla no inglesa.
                Este recuerdo aparece justo ahora, de la mano con las hipótesis de conflicto que la Argentina asumió durante todo el Siglo 20 respecto de Brasil y Chile. Con Chile en los años setenta la hipótesis no se convirtió en tesis por cuestión de horas. La hipótesis de conflicto con Brasil era mucho más antigua; nació con la fundación en 1680 de  la Nova Colônia do Santíssimo Sacramento  -hoy simplemente Colonia- frente a Buenos Aires, una de las causales que motivó la creación del Virreinato del Rio de la Plata. Durante esos tres siglos alguna vez el conflicto se concretó. En 1825 el emperador del Brasil Pedro I declaró la guerra a las Provincias Unidas del Rio de la Plata y en diciembre de ese año una escuadra brasileña bloqueó el Rio de la Plata.
Aunque la concordia regresó en octubre de 1828, las hipótesis de conflicto persistieron.
Por ese motivo las provincias del litoral no se beneficiaban con el progreso caminero o ferroviario, subsistía el  temor a una invasión brasileña, en la mitad del Siglo 20 la estrategia defensiva respecto de un ataque aéreo priorizó la defensa de la Ciudad de Buenos Aires y de las instalaciones militares desde donde podía desplegarse el poder aéreo argentino.
                Hoy esos temores conjeturales ya no existen, los pueblos hermanos se siente unidos por un destino común. Sobre esa base,  en los últimos años se limitó hasta lo irrazonable el presupuesto, el entrenamiento, la operatividad y el prestigio de las fuerzas armadas de la Nación. Decisiones políticas que podrán o no compartirse, pero con esa misma falta de visión  geopolítica  se llegó ahora al desatino de entregar a un estado extranjero una expresión de soberanía, como para cualquier nación es la emisión de su moneda.
 Más de trece mil millones de pesos argentinos están siendo impresos por la República Federativa de Brasil, decisión que los analistas políticos en los medios calificaron como “insólita”.
                Y dado que las hipótesis de conflicto daban lugar a los juegos de guerra a fin de probar nuevos conceptos, tecnologías, teorías y otros modos de derrotar, o neutralizar, al enemigo, esta curiosa situación actual podría conformar la base de un nuevo modelo de juego de guerra. Aunque un ataque armado resulta impensable, Argentina y Brasil pueden verse enfrentadas en lo económico, como ocurrió en 1999. Brasil ingresó al Siglo 21 reemplazando el concepto internacional de Latinoamérica por el de América del Sur, haciendo real la UNASUR y erigiéndose en el líder regional indiscutible. Elementos suficientes para formular un modelo de juego en el cual un país entrega la emisión de su moneda a otro país que, por razones de liderazgo económico regional,  decide en determinado momento acopiar billetes para -eventualmente- esparcirlos en vuelos nocturnos sobre el territorio extranjero, para el caso Argentina, volando sobre  lugares no estratégicos y por tanto débilmente defendidos; billetes que una vez recogidos y puestos en circulación lleven al caos a la no siempre ordenada economía argentina. El modelo considera que los aviones militares argentinos son pocos y los pocos que hay vuelan escasas horas, que la radarización del espacio aéreo es casi inexistente, como lo prueban pequeños aviones de narcotraficantes que cotidianamente dejan caer en el suelo del NOA y del NEA su carga de cocaína. 


                La hipótesis de conflicto económico es improbable, tan improbable como que lo argentino estuviese involucrado en la antes referida película “Los Falsificadores”; sin embargo lo está. La narración fílmica se apoya de inicio a fin en clásicos tangos argentinos, interpretados en armónica por Hugo Díaz con arreglos vanguardistas; al santiagueño su participación en la producción alemana también le hubiese sonado improbable: había muerto diez años antes.
                La vida está plagada de improbables, pero no de imposibles.   

Armando J. Frezze

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