miércoles, 12 de enero de 2011

SOBRE CRITICAS Y REENVIOS DE CORREOS ELECTRONICOS




A comienzos del pasado diciembre señalamos en una nota –Miedo a la Juventud- la injusta crítica que los adultos formulan a los adolescentes que se manejan con dos códigos: el castellano usual y el de los “mensajitos” utilizado vía celulares. Pero como correlato vale la pena reflexionar, mientras tanto, que es lo que hacemos los adultos –los Supra 40 y Sub 70- con la tecnología informática.
                No todos la usamos como herramienta epistolar y la mayoría la trajina sólo de manera aparente. Aquellas personas que nada tenían que decir antes de la invención del e-mail, tampoco tienen nada que decirnos hoy, quien antes no escribía cartas no lo hará hoy porque tenga una PC. Quien escribía mal lo seguirá haciendo y cantidades de adultos envían mails con errores de ortografía, de sintaxis y hasta de sentido. De modo que muchos adultos que no saben que decir por correo se limitan a reenviar aquellos correos que de otros han recibido, divertidos algunos, otros no, de remitente desconocido la mayoría y todos triviales e impersonales. Muchas veces ni siquiera agregan un para de palabras de su cosecha al material que reenvían.
 También, sin saberlo, en ocasiones son vectores de  algún virus que, además de quitarle tiempo a quienes los reciben, les dañaran sus equipos. Existe a su vez la legión de adultos que transmiten lo que los especialistas en informática llaman   el virus del buen amigo”: no destruyen discos rígidos ni dañan archivos pero perjudican al sistema de comunicaciones. Este fenómeno lo genera gente formal, de buena voluntad y generalmente pocas luces, que reciben noticias de un alarmista ignoto, el cual advierte sobre un nuevo y peligrosísimo virus descubierto hace 23 minutos, que afecta al correo electrónico y apelando a la buena voluntad le requiere que, para bien de todos, ponga la información en conocimiento de sus amigos. El e-mail es rápidamente reenviado -asustando a más personas- las que lo vuelven a reenviar y al final del día hay 200 mil correos absolutamente innecesarios e intrascendentes en circulación, ya que el supuesto peligro es sólo una invención del chistoso que lo remitió el primero. Si algunos de los amigos, que pueden ser mis amigos, asustados trabaja en oficinas que tienen a su disposición listas de correos, se potencia el daño de modo inimaginable.
 Otra forma que adoptan estos cuentos del tío -“hoax” (trampa) en la jerga digital- son las cadenas. Se recibe un correo -generalmente con un archivo adjunto- que le solicita lo reenvíe a nueve amigos, cada uno de lo cuales deberá a su turno enviarlo a otros nueve (o siete o diez o el número que fuese)  y así sucesivamente, finalizando con una lacrimosa petición: no debe romperse esa cadena. A veces el pedido incluye una velada amenaza de malos augurios que muchos adultos no creen, pero que por las dudas internalizan. A las 48 hs. el chiste inocente puede haber generado un par de millones de mensajes inútiles que atoran y lentifican el servicio, saturando los servidores de correo electrónico. Así los ingenuos adultos que caen en estos embustes digitales hacen perder el tiempo y con su esfuerzo colaboran con el personaje que originó el retorcido proyecto de la cadena, que a veces esconde otra finalidad: lograr listas de direcciones de e-mail que se emplean más tarde para enviar “spam”, publicidad no solicitada, lo que se ha calificado como “una de las peores lacras de Internet”. Estos reenvíos de los adultos que critican a los adolescentes por sus mensajitos,  en ocasiones no se limitan a asustar amigos y acaparar ancho de banda en los servidores: sin ser un virus igual causan daños directos. Hace unos años un mail (que todavía asoma de cuando en vez) sugería buscar en el archivo de Windows al peligroso “jdbgmgr.exe, virus cuyo icono era un siniestro osito de peluche y solicitaba que le borraran si le encontraban. El archivo, en realidad, era parte del sistema Window y su eliminación inutilizaba al navegador Internet Explorer. Muchos adultos cometieron dos desatinos sucesivos: primero borrar el archivo  y después reenviar el mail. (O viceversa; de todos modos el orden de los factores dicen que no altera el producto)
De manera que los “mensajitos”, su sintaxis, su ortografía y sus abreviaturas,  no son un mal tan grave; por lo menos los adolescentes escriben. Con errores, pero escriben. En todo caso, el fenómeno demuestra que educación debería ser –en Argentina al menos- no sólo enseñar a escribir correctamente sino también -y por sobre todo- enseñar a pensar.

Armando J. Frezze

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