Si la tarea del filósofo es la
búsqueda de la verdad, una actividad parecida aunque menos ambiciosa realiza el
intelectual, cuya tarea consiste en la comprender la realidad y describirla,
descripción que podrá ser verdadera, completa, objetiva o también todo lo contrario, con o sin los muchos matices
que las antinomias ofrecen. La descripción de la realidad argentina que el
grupo Carta Abierta dio a conocer el pasado agosto resulta incompleta y en
ocasiones subjetiva, al omitir datos que por su gravedad, importancia
institucional y alcances políticos, preocupan a toda la sociedad y a sus
dirigencias. Funcionarios públicos sospechados de corrupción o el índice
real de inflación o las vacantes nunca
cubiertas en la justicia federal integran la realidad económica e institucional
del país; estas facetas la carta no las describe ni comenta, ejercitando no
obstante una tenaz defensa de la acción de gobierno realizada desde 2003 a la
fecha.
La carta, de lectura indócil, discurre sobre temas varios
entre los que sobresalen dos: una permanente descalificación hacia los medios
de comunicación social y un vehemente pregón sobre la necesidad de una reforma
constitucional.
El primer punto contiene una dura embestida a los medios,
que para los intelectuales de Carta Abierta representan el poder o el mal o
ambas cosas. El uso de lenguaje emotivo es una constante del texto; expresiones
como “bonapartismo mediático”, “acoso de un impresionante aparato
comunicacional”, “los grandes medios... siempre dispuestos a asociarse a las
causas más retrógradas del vasto mundo”, “los medios ....han decidido el
esfuerzo máximo de travestismo”, agregando que “no se trata de negar la
existencia de problemas” a los que no describe, ni siquiera los más urgentes,
limitándose a señalar que los mismos
“al pasar por las redes mediáticas adquieren un estatuto fantasmal”.
Tanta virulencia y excesos verbales terminan por hacerles
reconocer la existencia de medios oficialistas, incurriendo en un lapsus
notable. Expresan allí: “los grandes medios...deciden ser libertarios cuando
atacan a los periódicos oficiales por ser ´pautadependientes´ ”. El error de
pluma consiste en escribir “periódicos oficiales” cuando lo correcto es
“periódicos oficialistas”, porque lo “oficial” es lo relativo al Estado y que se
financia con fondos públicos. La filosofía cristinista –el Estado soy yo- ha contagiado a
los firmantes de la carta y entonces aquellos periódicos que defienden a la
Presidenta resultan ser periódicos “oficiales”.
Pero esto podría ser sólo una anécdota, mucho más
importante fue el reconocer que existen periódicos oficialistas a los cuales,
en consecuencia, le cuadran todas las diatribas y berrinches que la Carta
coloca sobre los “grandes medios”. Porque los medios oficialistas, al recibir
apoyo financiero de la persona jurídica mas poderosa y solvente de todo el país
-el Estado Nacional-, se convierten ellos también en “grandes medios”.
En realidad el lapsus fue una queja inconsciente
por el fracaso de los muchos diarios, canales de TV y radios controlados por el
kirchnerismo en todo el país, que no rinden ni en audiencia ni en número de lectores ni tiene peso suficiente en la opinión pública; fracaso
e ira que se reitera, por ejemplo,
cuando refiere la Carta XII “las experiencias de economía social que hoy recorren el
país, mas allá y pese a la invisibilización a las que son sometidas...”. Volver
invisible para la comunidad una experiencia exitosa del gobierno no es el
resultado de un escamoteo informativo realizado por los “grandes medios” sino,
en todo caso, es producto de la ineficacia del aparato de difusión oficialista
financiado por el Estado, una frustración de todos esos medios que debiendo
colocar los resultados en lo más alto y visible del podio ganador no consiguen
lograrlo.
El
segundo tema premium de la carta es instalar como algo fatalmente inevitable la reforma integral de
la Constitución argentina. Con un lenguaje setentista, épico y combativo, y
después de cantar alabanzas a los gobiernos del eje La Habana-Caracas-Buenos Aires
expresa que los “principios legítimos
que animan estos gobiernos de transformación” justifican imperativamente,
dicen, la reforma constitucional, la que describen –intentan describir-
manteniendo ese lenguaje mas erudito que comprensible, para contabilizar lo
logrado hasta la fecha y proclaman que “Cristina Fernández produce en medio de
las inclemencias de la hora ... una decisión que transforma las luchas de los
`70 en un accionar sin tregua...” y a ese mesianismo se le otorga un sentido:
ha llegado un “momento constitucional” que requiere transformaciones para
“rediseñar las magnas normas....viabilizando la continuidad democrática de
liderazgos cuando estos aparecen como condición de esta inédita etapa
regional”. El texto continua por varias decenas de renglones mas, que pueden
ser resumidos en estas dos palabras: reelección indefinida.
Viabilizar
la continuidad democrática de un liderazgo, como pide el manifiesto, es lo que
ha estado haciendo Cuba desde 1959. Porque en la isla se vive en democracia,
pero es una democracia al tipo de la Venus de Milo: bella, pero bastante
incompleta.
Armando J. Frezze
(Publicado en diario El Tribuno, edicion del jueves 6 de Septiembre de 2012; para la columna se
utilizó el texto de la Carta XII
publicado por el diario Página/12,
edición del sábado 25 de Agosto de 2012)
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