viernes, 1 de noviembre de 2013

LA MÁQUINA DE VOTAR: UNA PROGONISTA NECESARIA EN LA PROPAGANDA ELECTORAL

Publicado en diario El Tribuno de Salta 
el jueves 12  de septiembre de 2013




Aunque desde el año 2009 se dictaron normas y se efectivizaron comicios en la Provincia utilización el voto electrónico, generándose apoyos y rechazos al mismo, recién en abril de 2012 se desencadenó una suerte de batalla mediática plena de comunicados, declaraciones y solicitadas en la que ambos bandos, los defensores y los detractores, que puso en juego al voto electrónico como una innovación tecnológica aceptable. El nuevo procedimiento comicial no contaba entonces con el necesario consenso ciudadano. Hoy todavía existen sectores que miran esta modalidad con desconfianza.

Sus defensores describían entonces, con entusiasmo, la equidad y la transparencia del sistema, su fiscalización segura y la eficiente rapidez con la que entregaba los resultados, exponiendo como fundamento las experiencias parciales desarrolladas en los comicios de 2009, 2010 y 2011. Sus detractores, con igual entusiasmo, subrayaban la falta de confiabilidad, enumerando las democracias del primer mundo que han probado y luego desechado la votación electrónica por insegura. También se oponían porque la tecnología a utilizar no era de propiedad estatal y porque la puesta en marcha no nació de la Legislatura provincial ni del Tribunal Electoral sino que fue una iniciativa privada de una empresa comercial, algo que los más escépticos describieron como una privatización de las elecciones salteñas. El tiempo fue diluyendo las discusiones y desde abril del año pasado hasta la fecha el tema fue perdiendo fuerza, aunque no ganando consenso.

Lo real es que la votación electrónica no forma parte de la secular cultura electoral argentina. Las elecciones nacionales son un ejemplo; siguen examinando las nuevas tecnologías pero no las incorporan. Esa cultura convirtió el ejercicio del deber cívico en un rito de ejecución casi ceremonial, que se iniciaba frente a las mesas electorales, en las cortas o largas filas previas que integraban pacíficos electores de todas las ideologías y se concretaba después en la soledad, el silencio y la penumbra del cuarto oscuro, al retirar la boleta de su preferencia y colocarla dentro del sobre.

Pero cambiar las formas de votar significa alterar un hecho cultural de cierta trascendencia y por esa razón parece poco conveniente intentar su realización sin no se ha alcanzado antes cierto nivel de consenso ciudadano. No son las leyes las que modelan una cultura, en todo caso la historia muestra que el proceso es a la inversa.

En Salta, muchos ciudadanos, no todos, recibieron capacitación para usar la máquina de votar, pero ello no permite asegurar que se sentirán cómodos ante una situación que apenas conocen, en una circunstancia que los enfrenta a una máquina que, en el mejor de los casos, han manipulado sólo un par de veces. Mucho más fuerte será la incomodidad de los electores que no recibieron capacitación. La condición humana hará que traten de zafar rápidamente de la situación, provocando votos no pensados ni queridos pero que les procurarán una rápida salida del incomodo escenario. Es por esa razón que probablemente las encuestas previas difieran luego de los resultados de los comicios.

Cierto es que el Tribunal Electoral de Salta ha realizado una formidable tarea de capacitación desde abril del año pasado, cuando puso en marcha un plan cuyo objetivo era formar un cuerpo profesionalizado de autoridades de mesa integrado mayormente por docentes, plan denominado “La participación ciudadana del docente: uso de la tecnología digital en el sufragio universal”, que abarcó todo la geografía provincial, incluyendo parajes tan alejados como Los Toldos, Pozo Verde, Talamuyo o Palermo Oeste. Cierto es también que en esas ocasiones las máquinas de votar estuvieron disponibles para los ciudadanos en plazas, municipios y escuelas, donde podían practicar. Pero es materialmente imposible que la totalidad de los casi 850 mil electores salteños hayan accedido a ese entrenamiento para votar a máquina, pese a la intensa actividad desplegada por funcionarios y técnicos de la Secretaría Electoral.

Siendo que su uso será obligatorio en las elecciones PASO provinciales que ya están próximas, en la propaganda electoral de todas las agrupaciones políticas, estén a favor o en contra del voto electrónico, la máquina de votar debería ser una coprotagonista obligada. Cualquiera sea el medio que utilice esa campaña electoral, debería exhibir junto a las imágenes de sus candidatos, fotos de la máquina e ilustrar las instrucciones para su uso. Instrucciones que también deberían compartir con los textos dedicados enumerar promesas pre-electorales de los postulantes o describir sus logros de gestión. Mostrar indiferencia por ese aparato podría indicar que el voto electrónico resulta todavía ajeno a la cultura electoral salteña, aún en los niveles dirigenciales.

Armando J. Frezze

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