miércoles, 21 de septiembre de 2011

ENFERMEDADES SOCIALES: UN CONTRADICTORIO MARCO LEGAL




Publicado en diario El Tribbuno de Salta
el lunes 19 de septiembre de 2011

 
                En la sociedad argentina las más graves adicciones se originan en la droga, el alcohol o el juego. Usualmente no sólo atacan la salud física del adicto sino que también avanzan destruyendo al núcleo  familiar, descalabran su entorno laboral y carcomen vínculos de amistad y de camaradería. Hay también otros efectos secundarios causados por esa autoagresión que se inflige el adicto, calamitosa debido a la cantidad de personas que involucra.
                Resulta necesario formular un distingo: estas adicciones son las llamadas “enfermedades sociales” porque el adicto arrastra con su conducta a otras personas de su entorno a un estado de “no-salud” pero existen adicciones –autoagresiones- que no clasifican como enfermedades sociales como el tabaquismo, la bulimia, la cleptomanía, la piromanía o la adicción al sexo.
                Respecto de la tríada droga-alcohol-juego la comunidad y su dirigencia muestran concepciones divididas, y en ocasiones hasta contradictorias, respecto de las solución para combatirla.
                Hace dos semanas el ex presidente de Méjico Vicente Fox dio una conferencia en Salta durante la cual, entre otros puntos de vista, dijo que la violencia es el gran problema de su país y que una posible solución sería legalizar el consumo de drogas, citando como ejemplo a  Holanda y Portugal. En Argentina, propuestas semejantes han provocado el escándalo público, baste recordar aquella maceta de marihuana mencionada por el Dr. Zaffaroni.
                Pero lo que no causa escándalo es que a los tres flagelos se le apliquen estándares legislativos diferentes, cuando no contradictorios. Las drogas alucinógenas son objeto de severas penas con las cuales la ley reprime su fabricación y comercialización, y hasta hace poco el consumo, incluidas las inocentes hojas de coca. Pero con el alcohol sucede lo opuesto, no sólo no está prohibida la producción ni la comercialización sino que el estado (nacional o provincial) alienta el consumo mediante festivales, premios o información: la Fiesta de la Vendimia en Mendoza, auspiciada por su Secretaría de Cultura, es según Internet, “la mayor celebración que se realiza en el mundo en honor al vino”; en Córdoba la Fiesta Nacional de la Cerveza –la Oktoberfest-  se realiza desde hace medio siglo; el sitio de Ministerio de Agricultura-Presidencia de la Nación www.alimentosargentinos.gov.ar tiene una completa base de datos sobre todo lo que se quiera acerca de las bebidas nacionales, su producción y promoción. Quizá ocurra debido a que la Ley 18.284 Código Alimentario Argentino considera a las bebidas alcohólicas un alimento más.
                 Si la legalización del alcohol no escandaliza tampoco legalizar el juego de azar escandaliza, aunque éste sea la tercera pata de las enfermedades sociales; la ludopatía acongoja a la comunidad pero no tanto como para que sus legisladores la prohíban. La ruleta se autorizó por primera vez en 1819 por disposición de Rondeau pero en 1820 el Cabildo de Buenos Aires la prohibió diciendo que “no podía el cuerpo capitular ser espectador indiferente de los lamentos de tantas familias desgraciadas, cuya subsistencia ha devorado este juego ruinoso, así como ha perturbado la paz doméstica”.  Sagaz pronóstico y mejor decisión realizada por gobernantes argentinos hace casi ciento noventa años.
Legislar sobre el juego de azar nunca fue competencia de la Nación sino de las provincias, lo que permitió a Salta, por ejemplo, prohibir en sus constituciones el juego de azar hasta el año 1986, con la única excepción de la Constitución de 1906 que autorizaba la lotería.
                El jugador compulsivo padece una enfermedad reconocida como tal por la Organización Mundial de la Salud (OMS) aunque no hay casi investigaciones realizada por profesionales del área, tampoco programas estatales de atención a este tipo de adictos: la Ciudad de Buenos Aires contaba hace cinco años con sólo un servicio en un hospital público para ludópatas. Como reverso de la moneda los montos de los presupuestos destinados en Salud Pública para el tratamiento de adicciones a las drogas y al alcohol son importantes.  Ello demuestra una carencia de lógica en el abordaje de las tres graves enfermedades sociales, que da sentido a la propuesta de Vicente Fox; si se autoriza el funcionamiento de los casinos y la comercialización del alcohol ¿porqué prohibirlo con relación a los alucinógenos?.
               Fernando Savater define a la enfermedad como una categoría estratégica, porque a veces consiste  en comportamientos habituales desaprobados socialmente por sectores de la sociedad con poder decisorio -desaprobación compartida a veces por los mismos que lo practican- y que por eso los categorizan como “enfermedades”.
 De modo que, como la droga, podría prohibirse la comida chatarra o los embutidos o los fritos, que elevan el colesterol hasta niveles que inciden en el promedio de causas de muerte de la sociedad moderna. Lo opuesto también podría ser considerado, y así legalizarlos a todos; si ésta no resultase una solución exitosa, seguramente tampoco  contribuirá al aumento de las contradicciones principistas y legislativas ya existentes.

Armando J. Frezze

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