miércoles, 28 de septiembre de 2011

PRISIONERO DE MICROSOFT



            Hace escasos noventa días incorporamos al hogar una flamante computadora AIO, esas que tienen el CPU incorporado al monitor; a ella traspasé todos los archivos que había en la “vieja” máquina que nos acompañaba desde hacía siete años con su confiable software XP.  El sistema operativo del nuevo equipo es el Window 7 con el cual no nos llevamos nada bien,  cada vez que me he sentado para trabajar, la complicada lógica de sus archivos, la inutilidad de sus novedosas “bibliotecas” o el desconcertante cambio de nombre para las mismas funciones que existían en Window 98 o en XP o el cambio de la lógica antes usada para solapas,  pestañas, copiados y búsquedas,  me han hecho perder el tiempo primero y la paciencia después, el archivo que antes obtenía en segundos ahora demoro media hora buscándolo para no encontrarlo jamás. En síntesis, apago la AIO y me voy al cuarto del fondo donde la vieja PC -que estuve a punto de regalar-  me espera con su ahora casi clásico sistema XP, su menor elegancia y velocidad pero con su confiable y amistosa –y sobre lógica- manera de facilitarme el como hacer mis escritos.
       La irrupción de Window 7 acabó con esa idílica sencillez con la que la máquina y yo nos entendíamos. Toda la magia se quebró y comencé a sentirme prisionero de Microsoft porque sucede que no puedo ir a un negocio y comprar un software Window XP para instalarlo en mi nueva AIO. En Salta al menos que dicen que ya no está en el mercado.
            Mi primer contacto con lo que sería el futuro en procesadores de textos ocurrió en los noventa cuando compre una máquina Brother con 16kb de memoria, tipos intercambiables y que justificaba los márgenes. Cuatro minutos demoraba la impresión de una hoja tamaño oficio pero me permitía a cambio borrar sin borradores, borrar sin dejar el mínimo rastro y, last but no least,  trasladaba bloques de texto completos a donde uno quisiera. Después  trabajé con PC que incluían el  Work (no el Word) y más tarde  con los sistemas del Window 95, 98 para finalmente alcanzar  lo menor para mis escasas necesidades, que fue el  XP.  Cuando salió el Window Vista,  el organismo en el que trabajaba como asesor lo instalaron: era tal  la perversión lógica que al poco tiempo  solicité –y obtuve- que me reinstalaran el descartado XP. Como usuario, no como experto o conocedor del tema, auguré poco horizonte al Vista, y parece que no me equivoqué. Ahora la perversión ha vuelto con el W7. Creo que tampoco tiene mucho futuro porque ya comunicaron los medios que a finales de este año 2011 se presentará su sucesor el Window 8 y que será “totalmente diferente”, como si eso fuera una virtud en lugar de configurar una falta de respeto al usuario. Por eso es que me siento prisionero, tan falto de libertad como aquellos que en el siglo 16 o 18 necesitaban permisos, dispensas o privilegios para poder imprimir no digo ya un libro sino un simple folleto de una sola página. No me siento libre de usar la herramienta según mis necesidades, mi lógica o mis deseos, todo lo contrario debo adaptarme a un pensamiento único, a una lógica única, a una empresa única. No me gusta. No me siento libre. Y siento que la confusión que producen los continuos cambios de cosas que no deberían cambiar –como ubicaciones, nombres o ciertos pasos lógicos- resulta un estado del espíritu que de intento busca algún ser diabólico.
               Eduardo Dahl, editor del suple informático del diario La Nación, escribió en la edición impresa del pasado sábado 16 de abril, una columna titulada  “Breve Diccionario Para Entender Window 7, que en un pasaje sintetizaba esa confusión que intento describir. Decía:         "Cómo desinstalar un programa, por ejemplo? Es algo que hacemos a menudo, pero el ícono ya no se llama, como en XP, Agregar o quitar programas, nombre que cualquiera puede entender y por eso pegó rápidamente. Oh, no. Alguien allá en Redmond decidió que renovar por renovar era una buena idea (exactamente al revés de lo que hace Apple, que sigue llamando las cosas fundamentales con el mismo nombre desde hace casi 30 años) y Agregar o quitar programas ahora se llama Programas y características.” Y es sólo un botón de muestra, se desea una exposición detallada sobre el Wonderland de Window 7 puede hacerlo en la edición de Internet, en el sitio   

                Me siento esclavo, me siento como alguien del Siglo 17 o 18 que para imprimir o publicar debía de pedir dispensa, tener privilegio para hacerlo o acceder a un imprimátur no siempre otorgado. Me siento condicionado, direccionado, manipulado. Este estado de ánimo lo morigeró una publicación, que me hizo pensar que no era el único ser que padecía ese sentimiento de Microsofpresion. Lo difundo por considerar sus principios y contenido dignos de alabanza.   
            Armando J. Frezze

               Hace algo más de dos semanas, el 11 de septiembre, “La Voz del Interior” publicó una muy interesante entrevista que José Heinz  realizara a Richard Stallman, el creador y máximo difusor del "software libre", con motivo del doctorado Honoris Causa que le iba a otorgar el día siguiente la  Universidad Nacional de Córdoba. La entrevista se tituló “ES HORA DE RESISTIR Y LUCHAR POR TU LIBERTAD” y su contenido era el siguiente:
Richard Stallman es alguien de suma influencia para miles de personas. Técnicamente es un programador, pero su cruzada lo acerca a la filosofía, hacia una idea de libertad. En pocas palabras, es el creador del concepto software libre, programas de computación que presentan cuatro principios básicos. Son los siguientes: la libertad de ejecutar un programa; la libertad de estudiar cómo funciona ese programa y adaptarlo a las necesidades del usuario; la libertad de redistribuir copias para ayudar a la comunidad; la libertad de mejorar ese programa y distribuirlo públicamente, para que toda la comunidad pueda beneficiarse con esos cambios. Si un programa no presenta alguna de estas cuatro libertades, entonces se trata de software privativo, cuyos ejemplos más característicos son los de empresas como Microsoft o Apple.
Stallman preside la Free Software Foundation, encargada de promocionar los valores del software libre y combatir fervientemente toda c lase de restricción digital, con seguidores y militantes en todas partes del mundo. Sus conferencias suelen ser intensas y muchas veces polémicas, lo que ha valido a Stallman fama de muchas clases: genial, parco, gruñón, divertido.
Por estas horas Stallman se encuentra en Córdoba, ya que mañana recibirá el título de Honoris Causa por parte de la UNC. Previo a ello, dialogó con La Voz del Interior.
-Usted ha dedicado la mayor parte de su vida adulta a escribir programas libres, y a alentar a otros a usarlo y rechazar el software privativo. ¿Por qué es tan importante la libertad en el software?
-Con el software, hay dos posibilidades. Si es software libre, los usuarios tienen el control del programa. Si es privativo, el programa tiene el control de los usuarios. Pero alguien tiene el control de este programa, y a través del programa, tiene poder sobre los usuarios.  Aquí está la injusticia del software privativo. La l ibertad es importante en cualquier campo de la vida, pero en la informática, muchos no han comenzado a apreciar que hay un asunto de libertad. Casi todos los usuarios han comenzado con software privativo, sin conocer otra posibilidad; toman el software privativo por normal, y nunca se han planteado la cuestión de si debe ser así. Pero cuando les mostramos esta cuestión, son capaces de planteársela. Hoy en día, usando software para casi todos aspectos de la vida, es difícil mantener cualquier libertad si no tenemos el control de lo que haga el software que usamos.
-Para muchos argentinos que tienen familiares viviendo en el extranjero, programas como Skype ofrecen la posibilidad de achicar distancias angustiantes. Renunciar a esto, ¿no es un precio demasiado alto?
-Eso es una exageración. Como precio de la libertad es muy barato. A veces el precio de la libertad es la vida. Pagar ese precio es difícil, hace falta un héroe. No usar Skype es nada.  El que no haría ni siquiera un tan pequeño sacrificio por su libertad es débil.
-De acuerdo, ¿pero cómo convencería usted a un abuelo para que deje de usar un programa que le permite ser parte del crecimiento de sus nietos en un rincón remoto del mundo?
-Si es abuelo, ya sabe vivir sin Skype. Hace 20 años sabía hacer llamadas normales, aunque eran caras. Hace 10 años sabía hacer llamadas normales, que se habían vuelto muy baratas.  ¿Realmente cree que no puede volver a hacerlo, que no puede pagar un poco de dinero por su libertad? No todos los abuelos son tan débiles. Si usan Skype es porque no reconocen por qué no. No hace falta mencionar que hay un programa libre para hacer más o menos la misma cosa: Ekiga.  Porque la respuesta sería igual si no existiera. Los que quieren desanimarnos de defender nuestra libertad suelen exagerar el coste. Pintan los pequeños sacrificios como enormes dolencias. Es lo que hace esta pregunta. Los lectores ahora conocen lo que hay que resistir.
-Es evidente que el uso del “software” libre está creciendo. Sin embargo, sigue habiendo gente que lo desconoce casi por completo, e incluso gente que ni siquiera sabe que el “software” que usa (Firefox, por ejemplo) es libre. ¿Cómo explica esta paradoja?
-Muchos medios no quieren plantear críticas éticas del software privativo. Entonces cuando hablan de programas libres, no dicen que son libres, ni qué quiere decir el software libre.
-Daría la impresión de que el “software” libre en Argentina está ganando masa crítica. Incluso desde el gobierno federal hay iniciativas para impulsarlo, y las computadoras que el gobierno distribuye en las escuelas incluyen “software” libre. ¿Cómo se compara esta situación con la de otros países? ¿Estamos en buen camino?
-¡Es peor que nunca! El estado argentino presta computadoras con Windows a los chicos de 12 años, luego sus profesores les exigen usar Windows en la clase. Lo llamo Condenar a Maldad (la maldad de Windows). La presencia, en la misma computadora, de una versión (no totalmente libre) del sistema GNU/Linux no cambia el efecto: con eso, el programa presenta una fachada de apoyo parcial al software libre mientras su verdadero efecto es rendir el país a una empresa. Los jóvenes que quieren ser libres, por este plan, aprenden que no pueden serlo. Entonces llamo a todos a resistir: los estudiantes deben borrar Windows de sus máquinas, los padres deben decir “No permitimos Windows en nuestra casa”, y los docentes deben enseñar con GNU/Linux. Me dicen que la ciudad de Buenos Aires tiene un plan semejante, el Plan Sarmiento, que hará daño parecido. Ni el Estado ni las escuelas deben nunca distribuir un programa privativo al pueblo.
-Bill Gates se retiró hace años de Microsoft, Steve Jobs acaba de dar un paso al costado en Apple. No puede faltar mucho para que Larry Ellison (Oracle) haga lo propio...
-Nuestra lucha no es en contra de unos individuos. Luchamos por la libertad de los usuarios de la informática. Que un ejecutivo reemplace otro es sólo un detalle.
-De todas formas, parecería que los líderes del “software” privativo navegan hacia el ocaso...
-Qué bueno sería si fuera así. Apple sigue sometiendo a más gente, y Windows también gana entre teléfonos portátiles. No hay ni un solo modelo de teléfono portátil capaz de funcionar sin software privativo.
-Pero muchos emprendedores jóvenes basan sus negocios en “software libre”. ¿Es la luz al final del túnel?
-¿Está bromeando?
-¿No pueden acaso “respirar tranquilos”, porque pronto todo el “software” será libre, y con él el mundo digital?
-Nuestra base es más grande, pero el enemigo es más poderoso y su dominio sobre los estados más descarado. Es la hora de luchar por tu libertad.”