martes, 3 de enero de 2012

UN CONSEJO DEPORTIVO Y ETICO



                 De sopetón me han indagado acerca de cuál fue el acontecimiento más relevante de este 2011 que se nos va de las manos.  Después de la sorpresa inicial, cuando intentaba repasar de memoria  doce meses completos se presentó, espontáneo  e inmediato, aventajando a cualquier otro recuerdo, un episodio mínimo. Una breve, brevísima,  amonestación que pronunció en un lejano país un árbitro de rugby.
                Esa media docena de palabras, por un motivo o por otro, regresan a mí desde entonces y cada vez adquieren más valía.
Son sólo dos frases que se entretejen con los hechos cuando me informo  sobre mi ciudad y su circunstancia, cuando leo sobre el acontecer de  mi país o los sucesos del mundo, cuando escucho discursos de importantes funcionarios públicos o de capitanes de la industria, cuando atiendo las  explicaciones de caudillos sindicales o autoridades policiales y cuando  repaso homilías comunicadas por las jerarquías de distintas confesiones. Entonces y en otras parecidas ocasiones,  aquellas palabras del árbitro deportivo, como el genio de la lámpara en los cuentos, aparecen de la nada. Reconozco que su recurrencia aumenta si de escuchar o leer se trata a políticos profesionales. 
El rugby, en el imaginario colectivo argentino, es un deporte de cierta violencia donde -en apariencia-  se permite el “vale todo” con tal de debelar al adversario.  Sin embargo esto no es cierto porque como en toda actividad donde interaccionan los hombres entre sí, hay reglas que deben cumplirse para el beneficio de cada uno y de la comunidad. No obedecer el reglamento, en  éste  o en cualquier deporte, es una falta que se sanciona tal como en la vida cotidiana se pena a la persona cuando no obedece la ley.
Este año, el primer sábado de octubre jugaron los seleccionados de Argentina y Georgia por el pase a cuartos de final del Mundial de Rugby. En algún momento del juego el capitán georgiano   -desobedeciendo el reglamento- realizó una violenta falta contra un jugador argentino. La infracción fue sancionada por el árbitro, quien en lugar de la usual explicación acerca de qué y porqué lo penalizaba, le dijo al infractor: “Usted es el capitán, lidere con el ejemplo”.
Palabras que la tecnología hizo que instantáneamente  llegaran,  literalmente, al mundo entero.        
Millones de espectadores  recibieron en simultáneo la misma propuesta: liderar con el ejemplo, no importando que fuese en la cancha o en el aula, en el hogar o en el parlamento, en la actividad privada o en la pública, en el hemisferio sur o norte.
Por lo que a mí respecta -soy un desencantado de los discursos-  ese fue el hecho del año.

Armando J. Frezze

(Publicado en diario El Tribuno de Salta el 31 de diciembre de 2011)

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-Ilustración: detalle del daguerrotipo tomado por Robert Bingham al Gral. José de San Martín, París, 1848.
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