miércoles, 27 de abril de 2011

JEFATURA DE GABINETE: EN EL NIVEL MÁS BAJO DE SU CORTA HISTORIA

Que lejos estaba el ex Presidente Alfonsín de imaginar que la Jefatura de Gabinete, institución imaginada por él como una vía para reforzar y ayudar al Poder Ejecutivo Nacional e introducida en la reforma de la Constitución realizada 1994, llegaría en menos de tres lustros a niveles tan indignos en lo político, institucional y ético.

Que lejos estaban aquellos constituyentes del 94 de pensar que la obligación impuesta por la constitución que reformaban, que obliga al Jefe de Gabinete de concurrir “al menos una vez por mes, alternativamente a cada una de sus cámaras para informarles de la marcha del gobierno” iba a ser monótonamente quebrantada con total desparpajo.

Quien iba a pensar que en tan pocos años el responsable político ante el Congreso de la Nación, que ejerce la administración general del país, que nombra los empleados de la administración pública nacional, que preside las reuniones de gabinete en caso de ausencia del Presidente –y otras muchas responsabilidades que le atribuye la Carta Magna- terminaría siendo un funcionario que cotidianamente actúa y sobreactúa un grotesco, evocador del clown del circo, que siempre sorprendía cuando daba a su compañero una tan sonora como inesperada cachetada o le retrucaba con una boutade inesperada o liquidaba el asunto apelando al uso de algún pasmoso recurso carente de toda lógica, arrancando las carcajadas del público.

Que distintos eran los antecesores que intentaron darle forma a ese órgano novedoso que pretendía una mejor calidad institucional para el Poder Ejecutivo Nacional. De esa corta lista de once personas, se recuerdan figuras que sobresalían por capacidad de consenso, por solvencia política, por estilo, por respeto –el que otorgaban y el que se ganaron- y que fueron Jefes de Gabinete con todas las letras, como el peronista Eduardo Bauzá, de estilo medido que prefería inequívocamente el consenso a la estéril confrontación o el radical Christian Colombo, infatigable en su tarea, que en el peor momento de la crisis del 2001 no dudó en ponerse al hombro el gobierno intentando capear la debacle. O Alberto Fernández, que titular de la Jefatura de Gabinete en los gobiernos de ambos Kirchner, más apegado al diálogo que a la diatriba, más inclinado a escuchar que a imponer su punto de vista y a no demonizar a los medios.

Que distinto es el panorama actual en el que el Jefe de Gabinete Aníbal Fernández usa los medios de comunicación masiva para denostar al adversario y convertirlo en enemigo de la Patria, llegando al insulto y al uso de expresiones guarangas en sus presentaciones pública, ejercicio que realiza con gran naturalidad y, aparentemente, sin culpas. Que extraño verle utilizar con frecuencia salidas ocurrentes pero agresivas, para zaherir a políticos –propios o ajenos-, a intelectuales, a periodistas o a medios gráficos o, si cuadra, hasta a algún simple ciudadano que osó no pensar en clave de K.

El pasado jueves 21 le ha tocado en suerte oficiar de blanco al premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, llegado a Argentina para participar como especial invitado en la 37ª Feria del Libro, el evento más grande en su tipo para las comunidades hispanohablantes del mundo. El Jefe de Gabinete no tardó demasiado tiempo en expresar a los medios que Vargas Llosa era un gran escritor que hablaba estupideces.

En el discurso que Vargas Llosa ofreció al público en la tarde de ese mismo día, con una posterior entrevista, habló casi noventa minutos de los cuales los diez iniciales los dedicó a la Argentina. Entre otras ideas, destacó la actitud asumida por la Presidenta en defensa de la libertad de expresión, al conocer que un grupo de intelectuales oficialistas intentaba vetar supresentación en la Feria del Libro, “Su oportuna intervención atajó aquel intento de veto. Ojalá esta toma de posición en favor de la libertad se contagie a todos sus partidarios… ", dijo Vargas Llosa al auditorio, que le correspondió con un aplauso unánime.

El escritor ponderó así la defensa de la libertad de opinar que realizó la Presidenta Fernández de Kirchner; ¿será ésta una de las estupideces que el Jefe de Gabinete de la República Argentina le adjudica al Premio Nobel de Literatura?


Armando J. Frezze
 (Publicado el Sabado 23 de abril en diario El Tribuno, de Salta)

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