Las dudas sobre la transparencia que puede ofrecer el voto electrónico continúa. Desde las planteadas a mediados del año pasado por la Senadora Sonia Escudero, fundamentadas en que el sistema no permite el control ciudadano hasta la formulada hace pocos días por el Ing. Diego Saravia, especialista en informática, quien señaló que el sistema tiene potenciales problemas que restan garantías a los participantes, como por ejemplo por la falta de publicación del código fuente del software, que permitiría saber con certeza cómo funciona el sistema. Frente a ese desconocimiento, dice el profesional, resulta obligado realizar una auditoría después de la votación, que verifique por lo menos la mitad de las mesas para asegurarse de que resultan verdaderas las cifras que hayan emitido la máquinas. “Eso es lo que le pidió la Fundación Carter al Presidente Hugo Chávez cuando le tocó auditar al sistema de los venezolanos, que es bastante parecido al nuestro” explicó. Se refería al referéndum del 15 de agosto de 2004, convocado para determinar si se ampliaba o no el mandato a Chávez y cuya votación fue monitoreada por la Fundación Carter y por comisionados de la OEA; esos comicios fueron cuestionados por la oposición venezolana afirmando que se había cometido “un enorme fraude cibernético”, pero no fueron objetados formalmente por los observadores internacionales que se limitaron a dictaminar que “no hubo irregularidades suficientes como para alterar los resultados del plebiscito”.
El tema fue analizado en detalle por el periodista Andrés Oppenheimer en su libro “Cuentos Chinos” publicado en 2005. Oppenheimer, columnista de The Miami Herald y cuyos artículos sobre política internacional se publican en más de medio centenar de periódicos del mundo, cubrió personalmente el desarrollo de referéndum y advirtió que hubo elementos que permiten otorgar el beneficio de la duda a las conclusiones de los observadores internacionales. Recuerda en su libro que Chávez puso gran cantidad de trabas al monitoreo que debían realizar los veedores extranjeros y así logró que se retiraran, a días de la votación, los representantes de la Unión Europea. La mayor duda que quedó flotando apuntaba al sistema de votación electrónico, que era nuevo y se estrenaba en esa ocasión sin haber sido testeado previamente en ninguna parte del mundo.
En la misma semana que el Ing. Saravia expresó su pensamiento a los medios, la comunidad también se pronunciaba mayoritariamente en contra. Un diario on line local preguntaba: ¿Piensa que el voto electrónico puede favorecer maniobras fraudulentas?. 980 lectores enviaron su respuesta, el 58,70% de ellas eran afirmativas, el 40,22 % no creía que el voto electrónico favoreciera al fraude mientras que al 1,09% restante la cuestión le resultaba indiferente.
El Dr. Rodolfo J. Urtubey, ex presidente de la Corte de Justicia de Salta 1991-1999 y ex presidente del Tribunal Electoral, en una columna publicada en 2009 por El Tribuno, expresaba que en el 2004 un dictamen del National Institute of Standar and Technology (NIST) consideró que el sistema de voto electrónico no era confiable en cuanto a exactitud y resultaba susceptible de ser hackeado. La nota recordaba la elección presidencial del 2000 en EE.UU. que tuvo que ser dirimida por la Suprema Corte de Justicia de ese país, algo que ocurría por primera vez en su historia, y que instaló la idea que las maquinas “touch screen” –como las que se usan en Salta- habían sido manipuladas por lo menos en un estado (Florida, gobernado en ese tiempo por John “Jeb” Bush, hermano del candidato presidencial). Señalaba el Dr. Urtubey que en EEUU tuvieron una vasta utilización en la década del noventa pero que ahora están descartadas poniendo como ejemplo el hecho de que en 2008, cuando fue elegido Barack Obama, prevaleció el voto con boletas de papel pero que estaban diseñadas de tal modo que permitían su escaneo óptico, el cual acelera el acceso a los resultados al suprimir el conteo manual.
Pareciera ser que por más de un motivo la exactitud de las “máquinas de votar” tiene un margen de duda que las hace cuestionables. Pero sería erróneo inferir de ello una conclusión excluyente: que esa potencial falencia beneficie únicamente a quien esté en el gobierno. La lógica indica que si la máquina es vulnerable, su vulnerabilidad puede favorecer la manipulación por parte de cualquiera, participantes o ajenos. Es que existe una larga cadena de sucesos enlazados entre sí: fabricación, provisión, traslado, instalación, mantenimiento, ajustes y otros eventos que involucran la participación de terceros que hacen pensar que control absoluto resultaría materialmente imposible, o casi; la política no está exenta de travesuras. Por suerte, sólo se trata de meras cavilaciones conjeturales.
(Publicado en el diario El Tribuno de Salta el 6 de abril de 2011)
Armando J. Frezze
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