domingo, 7 de noviembre de 2010

SORPRENDENTE CONCEPCION URBANISTA


            Después de tantos edificios de departamento en altura que germinaron en la ciudad de Salta en los últimos años, colocados donde no debían -según unos- o ejemplo de progreso -según otros- pero todos permitidos por esa única vez como excepción, según los unos y los otros, ha aparecido en estos días un desafío a esa corriente y una concepción de minimalismo urbanista transita ese camino de excepción, pero en dirección contraria. Como “corriente artística que utiliza elementos mínimos y básicos” se define, desde el lenguaje, al minimalismo; desde la arquitectura esa corriente reduce en el hábitat los elementos a los mínimos necesarios para que cumpla su función; reconoce, dicen los expertos, una fuerte influencia de la arquitectura tradicional japonesa.
            De esta forma profesionales de Salta –por el momento no conocidos-  han logrado la nada usual expresión minimalista de un barrio cerrado, instalado en el corazón de un más extenso barrio residencial como lo es Tres Cerritos. Esa zona puede hoy exhibir orgullosa un micro-barrio cerrado que se está construyendo en un terreno ubicado en Los Durazneros (entre Las Quinas y Los Perales)  cuya superficie de sólo unos 12 metros de ancho por 30 de fondo alberga seis delicadas casitas de exiguo tamaño, que bien parecen pequeñas casas de elfos o enormes casas de muñecas; tan mínimas como las callecitas peatonales que las comunican. No es un dato menor para la seguridad vial de los habitantes de ese  micro-barrio el hecho de que ese diseño minúsculo impide la circulación de automotores, reduciendo así el riesgo potencial de algún accidente de tránsito para los ocupantes o sus visitas. Es uno de los tantos aspectos minimalistas que, parece, fue contemplado al conceptualizar la urbanización de tal micro conjunto habitacional.
            La influencia arquitectónica del Imperio de Sol Naciente se advierte en la madera que en carácter de vigas, cumbreras, riendas y hasta fungiendo de cielorasos, livianamente soportan un techo también liviano y delicado, que una vez pintado de colores vivos -como exige el minimalismo- hará que la chapa plana utilizada sea de una manera evanescentemente transfigurada en algo, sino bello, al menos vistoso.
            Lo brillante de la idea, que como queda dicho recorre el camino opuesto a las tendencias actuales de arquitectura y de urbanización, son dignas de aplauso. Los profesionales intervinientes, no obstante conocer el gran valor de la idea, en una poco frecuente demostración de humildad prefieren pasar desapercibidos. Su inclinación por el bajo perfil se advierte con solo mirar el frente del micro-barrio aún en etapa de construcción: ningún cartel promociona su venta, ningún inmobiliaria publicita la comercialización, ninguna referencia identifica al profesional o al estudio de arquitectura que realizaron el diseño o del ingeniero a cargo de llevar adelante la construcción,  ni siquiera el número de expediente municipal que autorizó la construcción figura en el obrador, seguramente porque que sería una posibilidad de llegar los autores quienes, en su humildad,  no desean aplausos; esa silenciosa modestia es abrumadora. Aunque, es de toda justicia el recordarlo, la humildad en la conducta, como el minimalismo en arquitectura, también configura una antigua tradición japonesa.    
            Un dato no menor es que el concepto utilizado en el micro-barrio puede resultar de utilidad docente para unidades gubernamentales dedicadas al tema como, por ejemplo, el Instituto Provincial de la Vivienda. Si el minimalismo es una escuela que trata de “lograr lo máximo con el mínimo de elementos”, como señalaba el filósofo Richard Wolheim, algo así como producir algo, mucho o poco,  “ex nihilo”, el micro-barrio cerrado es todo un ejemplo: en alrededor de 300 metros cuadrados ha colocado media docena de casas –o casitas- mientras que en la misma superficie el IPV sólo puede construir tres viviendas mínimas promedio.  Esta obra es, en consecuencia,  lo máximo del minimalismo urbano, si se dispensa el oxímoron .
            Y además, para protección del medio ambiente, las viviendas carecen no sólo de garajes sino de lugar para construirlos. Todo un símbolo épico en estos tiempos en  que batallan el consumismo dilapidador contra el ambientalismo protector.
            Quizá el emprendimiento tenga un escorzo cuestionable: parece no compadecerse con la garantía constitucional de una “vivienda digna”, ponderada según los parámetros tradicionales. Pero este reparo carece de envergadura  suficiente para empañar el brillo de la obra que aquí se analiza; en primer lugar sería una cuestión puramente social o jurídica, pero no urbanística ni arquitectónica, y por otra parte, la garantía de la vivienda digna que brinda el art. 37 de la Constitución de Salta está reservada para los sectores de menores ingresos, y es sabido que todos los barrios privados, especialmente los construidos dentro de un pequeño lote inserto en el riñón de una zona eminentemente residencial no contiene, no pude tenerlos por definición, sectores de pocos ingresos.       
El progreso de la ciudad de Salta necesita de entrepreneurs brillantes como los impulsores de este proyecto, cuyas identidades y currículum debieran  ser conocidos y publicitados,  por  ser todo un ejemplo para las jóvenes generaciones.
 Aunque todavía se está a tiempo.