lunes, 20 de diciembre de 2010

LAS MÁSCARAS DE LA VIOLENCIA



La violencia humana acompañó al hombre desde el inicio de los tiempos y también desde entonces se buscó las maneras y formas que permitieran disminuirla progresivamente,  en nuestra vida cotidiana. 
Por eso resulta hoy noticia que la violencia en Argentina se cotice en alza, que exista una suerte de espiral inflacionaria de conductas vehementes y sin normas, exhibidas tanto por individuos aislados como por organizaciones, por la sociedad civil o  por el estado. Porque violencia no sólo es una conducta concreta, una acción positiva, también la omisión puede ser categorizada en ocasiones como violencia. Y muchas otras máscaras también le borran su identidad.  Es  violencia disfrazada toda imprevisión estatal (no importa si es la nación o un pequeño municipio) cuyas consecuencias las sufrirán los ciudadanos de modos y maneras distintas, pero siempre perjudiciales; el decir puede ser elevarse a violencia verbal y el callar será, en ocasiones, autorizar con el silencio la vigencia de la violencia. En el país estos últimos días estuvieron  teñidos de actos, de referencias, de omisiones, de silencios, de imprevisiones  que permiten inferir que la violencia está instalada  nuevamente, al menos con un umbral inaceptable, porque ese umbral está significando un retroceso en la historia.
Obrar con ímpetu y fuerza, contrariando las normas, la razón y la justicia, es un obrar violento por definición. Y también es violencia sacar a alguien de su estado natural, de su modo usual de vivir, de su circunstancia de vida. El estado nacional ha obrado estos días con violencia –no física pero violencia al fin- al privar a cientos de miles de ciudadanos de manejar con libertad y autonomía sus ahorros o sus sueldos, por una imperdonable imprevisión del Banco Central, que esterilizó a los cajeros automáticos en todo el país. La imprevisión golpeó con más fuerza a los estratos sociales que no poseen alternativas de un plan B, como es una tarjeta de crédito o usar los ahorros en dólares de las vacaciones,  para mitigar esa violencia de falta de efectivo. Agravio estatal que es un símil  de la violencia familiar ejercida por el varón que -sin pegarle a su mujer- le niega el dinero necesario para llevar adelante la economía doméstica y la administración del hogar. Así como la violencia familiar adopta distintos ropajes, algunos que están lejos de la agresión física, así la violencia social, política y económica también se disfraza con distintas máscaras.  La inflación es un modo de violencia.
La imprevisión que dejó sin luz a Orán y a la Cdad. de Salta –pese a las advertencias que al gobierno nacional vienen haciendo expertos hace tiempo-  es en realidad una violencia ejercida contra los habitantes que sufrieron las consecuencias de ser obligados a abandonar su modo usual de vivir,  su circunstancia de vida. La falta de inversiones que ha producido la actual crisis energética, titulo de tapa del diario El Tribuno de Salta del día de hoy, es violencia. Como es violencia las fotos que esa misma tapa muestran la rotura de esculturas y ornamentaciones de lugares históricos es violencia. La una por imprevisión, la otra –quizá- por reacción.
             No todos los habitantes tienen porqué saber que en marzo del 2009 ocho ex secretarios de Energía de la Nación advirtieron la crisis hacia la que se dirigía el país y propusieron en un documento soluciones concretas que pudieron ser tomadas en cuenta por el Poder Ejecutivo Nacional o por el Poder Legislativo, pero tampoco tienen porque sufrir las consecuencias de esa violencia anunciada, sufrimiento que pudo evitarse,  violencia que pudo ser conjurada y no lo fué. Como es violencia sufrir piquetes, ocupación de predios, edificios  o cortes de ruta por la inacción del estado nacional o provincial, por haber adoptado una posición retrógrada  respecto del estado de derecho.
Los argentinos estamos hastiados de violencias, genere quien la genere y venga de donde venga. De la violencia legal, como son las excepciones municipales a normas que se hicieron para que todos la cumplan. De la violencia política ejercida a través del veto irrazonable. De la utilización de los barrabravas, quienes por deporte ejercen violencia en los estadios y por negocio la ofician -como “militantes”- en cuestiones políticas, sociales o gremiales, según la ocasión. De la anuencia que el estado otorga,  a veces por estar ausente y a veces fomentándola a la luz del día, como en el emblemático el corte del puente internacional en Gualeguaychú. Si este ha sido un ícono geográfico, existen íconos con identidades concretas: Julio Grondona ha tenido que concurrir a la Cámara de Diputados de la Nación a dar explicaciones sobre el fenómeno de violentos barrabravas que al amparo de la AFA viajaron al Mundial de Fútbol de este año; Carlos Kunkel, quien logró con reiteradas agresiones verbales violentar a la diputada Graciela Caamaño y ésta le cerró –literalmente- la boca mediante un contundente –aunque también violento-  cachetazo. El icono mayor de la violencia argentina es, sin duda, para la mayoría de los ciudadanos el inefable Hugo Moyano, para quien el consenso, la vida democrática o los derechos de los otros no cuentan, sólo lo motiva ampliar su poder  sin prisa pero también sin pausa, y no vacila en hacerlo a través de la violencia, estaqueando camiones y camioneros a la salida de las fábricas, de los diarios, cortando rutas o amenazando públicamente con  “mandar a los pibes”.
Sin olvidar también la violencia agropecuaria, de la cual participaron todos los productores, grandes, medianos y chicos,  con distinta intensidad en estos últimos tres años. Porque es ya  una norma vigente, aunque  no escrita,  la instalada en el sistema de reclamación argentino, como son las vías de acción directa.  Ni tampoco la violencia política por omisión que desató la tragedia de Villa Soldati hace escasos días. O la cotidiana violencia que sufren los maestros en aula o a la salida de su labor.
La Argentina se ha convertido en el país donde se le quitan las armas a la policía,  para que no haya violencia. Extraña paradoja.  Como todo está permitido, el sistema de derecho podría ser simplificado y dictarse una sola ley que reemplace  a todos los códigos, todas las leyes, todos los decretos; esta ley tendría sólo dos artículos que dirían: Art. 1º:  En el territorio de la Nación se instaura por tiempo indeterminado el principio general que dice que vale todo para obtener lo que se desea. Art. 2º: De forma.  
Vale la pena aclara que mientras que la crispación es un método político, un modelo de manejo del poder, la violencia en cambio es sólo un hecho, que puede desarrollarse  con o sin crispación social, política o económica.


Armando J. Frezze

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